Hoy llega a su final esta campaña electoral. La suerte ya está echada. Sólo quedan los intentos de última hora de las formaciones políticas por llevarse la decisión de ese bloque de electores que las encuestas identifican como indecisos. Aunque a estas alturas, en una comunidad como Navarra, intuyo que esos indecisos ya han decidido su voto o permanecer en la abstención. Las llamadas a los indecisos conforman las escenas de la representación electoral como los mítines, las entrevistas, los debates, etcétera. También como las desesperadas reclamaciones al voto útil. Esta vez con la vista puesta en Iruña, quizá de forma exagerada e innecesaria. Hay que tener cuidado con eso del voto útil, porque muchas veces la realidad definitiva del recuento de las papeletas pueden acabar convirtiendo el voto útil en voto inútil. Y hay que hacer pocas bromas con eso. Porque si el voto es inútil lo será para cuatro años. No hay margen de rectificación. En todo caso, la campaña en Navarra ha tenido más de normalidad política que de barro electoral. Tampoco es dramático. Al contrario, la campaña ha asimilado sin más el estado de ánimo político y electoral de la sociedad navarra en este momento. La sensación de normalidad social, estabilidad institucional, tranquilidad democrática y una marcha razonable en el ámbito económico y del empleo son claramente mayoritarias en la percepción ciudadana de la Navarra real hoy sobre la necesidad de confrontación o los discursos del desastre y el cuanto peor, mejor.

La imagen objetiva de Navarra es mucho mejor en las calles y en el exterior que la que esas soflamas apocalípticas pretenden trasladar. De hecho, creo que las posiciones para lo que llegue el 29-M de las urnas están más claras en el bloque progresista de lo que pueda parecer ahora. El barro, los insultos, las mentiras han jugado un papel secundario. La bronca solo ha ido aumentando el tono de enfrentamiento en la batalla abierta en las derechas, entre UPN y PP básicamente, y los intercambios de reproches que se han dedicado unos a otros en su pugna por los votos de un espacio que hasta ahora habían compartido. La campaña también ha arrastrado desde el principio la inclusión de EH Bildu de candidatos condenados por asesinato. Pese al anuncio posterior de que esos candidatos no recogerían el acta en caso de resultar elegidos, sus consecuencias políticas y mediáticas –ayer mismo, la Audiencia Nacional reabría el tema–, han acaparado el debate electoral de trazo grueso en el Estado. Con Sánchez, el Gobierno de coalición de Madrid y la política de alianzas que lo sustenta como objetivos. El alcance que en los resultados de las urnas en el Estado pueda tener todo el barullo y mentiras que la derecha y sus medios han lanzado estos 15 días a costa de ello influirá en los movimientos post electorales a partir del 29-M. Más aún teniendo en cuenta que a finales de año, ya sea en octubre o diciembre, es más que posible que haya elecciones generales en el Estado y que los acuerdos en Madrid para sumar la mayoría progresista, plural y democrática necesitan recorrer aún un camino largo con importantes obstáculos. La ofensiva permanente de las derechas seguirá cuestionando con mentiras su legitimidad democrática. Esa es una variable política importante que jugará también en el tiempo que abrirán las urnas en Navarra.