Un psicólogo que ejerce de técnico e inventor creativo de soluciones tecnológicas para proyectar imágenes envolventes. Una tatuadora que diseña joyas exquisitas en las que esta cualidad no recae tanto en la nobleza de los materiales como en la experimentación que hay tras ellos, la delicadeza de las texturas y los acabados. Una gestora de comunicación que entrega premios en colegios, prepara cócteles y consigue que el producto que comercializa su empresa se venda en los espacios más impensables. Un técnico de iluminación que aplica su talento natural para leer a las personas formándose para ayudarles a enfocarse, saber qué quieren y de qué herramientas disponen para alcanzar ese objetivo a través de un coaching honesto. Un periodista emprendedor que ha sustituido la creación de proyectos y búsqueda de clientes, con su inherente dosis de frustración e inestabilidad, por la autonomía de conducir un taxi y ser dueño de su jornada laboral, ingresos y desconexión mental. Un fotógrafo que se mantiene en la misma nave nodriza que le alimenta desde el origen y libera el hambre de aventura al timón de barcos que rodean islas mediterráneas y a lomos de una Ducati que devora paisajes. Una productora teatral que abandona escenario por clases de medicina china en el país que la creó para después repartir salud desde un pueblito de Iparralde y, más tarde, abrir tienda de ropa on line desde un ecosistema social tan curioso como el que se ha generado en las Alpujarras. El espíritu buscador encuentra innumerables puertas para salir a pasear. Este verano me ha alimentado mucho compartir baños en agua salada y dulce, paseos, secretos, confesiones desnudas, conversaciones valientes, risas, música y una cantidad indecente de cervezas y botellas de vino con personas que buscan y se buscan continuamente. Comparto espíritu, con todas sus dificultades e inseguridades. Y con sus hallazgos, esos diamantes ocultos en las entrañas de la selva, porque creo que quien busca termina encontrando. Septiembre. Empieza algo nuevo.