El 21 de octubre de 1923 se encendía en Munich un proyector Zeiss que, bajo una cúpula que estaba recién construida y pintada de blanco, reproducía el cielo nocturno con sus estrellas, planetas, la Luna y el Sol con tal verosimilitud que mucha gente creyó que se trataba de una proyección del cielo real. Había nacido la magia de los planetarios. Así sucede cada vez desde hace un siglo y si alguien no sabe de qué hablo que se venga un día al Planetario de Pamplona, donde hace 30 años que estamos haciendo lo mismo. El cielo sigue maravillándonos aunque ahora lo conozcamos mejor, de la mano de avanzados instrumentos, de misiones espaciales, de una ciencia que día a día se ha ido contando y presentando en los planetarios de todo el mundo. La celebración de este sábado se va a conmemorar en los más de 400 planetarios del mundo, por los que pasan cientos de millones de visitantes cada año, de la misma manera en que se hizo la primera sesión: apagando las luces y dejando que el cielo nocturno nos haga soltar una tenue exclamación de sorpresa.

A quienes trabajamos en Pamplona, nos encanta sentirnos parte de esa gente que mira al cielo: con ellas hemos contado descubrimientos, fenómenos astronómicos, ciencia y arte, las vanguardias y las antiguas historias. Puede que haya gente a la que no le ilusione esto, aunque pocas cosas puedo asegurar en mi vida con mayor convicción: los planetarios merecemos la pena, el trabajo que hacemos hace un poco mejor al mundo. Igual por eso nos han concedido el más importante de los premios a la divulgación de la ciencia. El que estos PRISMAS de los museos científicos coruñeses coincidan con nuestro centenario y el aniversario de Pamplona debe ser una conjunción astral. Aunque no la vimos venir porque estábamos preparando nuevas noches de planetario.