Es más fácil pilotar una moto que puede alcanzar los 300 km/h que responder midiendo el alcance de las palabras a las preguntas en un programa de televisión de máxima audiencia. Jorge Martín, subcampeón del mundo de MotoGP, conoce el escozor en la piel provocado por las caídas y ahora también las secuelas de un patinazo en una entrevista. Porque hablando de la ambición por ganar que llega a poner en peligro la integridad física de otros rivales, resolvió su argumentación con un “aquí, marica el último”. Sé poco de Jorge Martín para poder afirmar si es homófobo o defender lo contrario, pero esa expresión le dio un protagonismo en medios y redes que no ha alcanzado con algunas de sus victorias. Y es que hay que tener cuidado con lo qué se dice y en dónde se dice. Estamos hablando de una expresión coloquial que, como otras muchas, es ya tan anacrónica como desafortunada por su matiz degradante hacia un amplio número de personas. Que quizá no sea esta la intención de quien la pronuncia, que el lenguaje es a veces más impulsivo que reflexivo, pero su efecto refuerza la discriminación que sigue sufriendo el colectivo.

Desterrar este tipo de expresiones es un reto para una sociedad que promulga los valores de la igualdad y el respeto. Pero también entiendo que perdura en las conversaciones un uso inconsciente, el de una frase hecha. Porque además de marica el último hay algunas otras que escuchamos a diario que también pueden ofender por homófobas, racistas o misóginas. Por ejemplo, en nuestra tierra es muy común oír aún “vas como un gitano” en referencia a alguien que está sucio o mal vestido (y en otro tiempo se intentaba asustar a los niños con “que viene la gitana...”). O calificar un acto mal organizado de “merienda de negros” (a la que cabría añadir “trabaja como un negro” y otros, siempre en sentido negativo, como día negro, mano negra, oveja negra…). Llamar “moro” a quien ejerce control sobre una mujer. O denominar como “nenaza” a un chico que actúa con poco ímpetu. El lenguaje es un sistema vivo, con palabras y expresiones que nacen y mueren de acuerdo a los tiempos, usos imperantes y valores sociales y culturales, también de la diferente identidad de género. Quiero decir que igual que hoy Jorge Martín compite al grito de “marica el último”, no debería sorprenderse el día que el vencedor de la carrera proclame desde lo alto de podio: “Marica el primero”.