La mitología osasunista atribuye a Ostívar, prolífico goleador en la década de los setenta, la frase que intentaba explicar un gol sorprendente en su ejecución: “Vi hueco y tiré”. No recuerdo el partido, pero es posible que aquel espacio remoto que quedaba abierto entre el cuerpo del portero y los límites del marco solo fuera detectado por un sexto sentido del rubio futbolista de Peralta. Quizá fuera un churro o quizá no. ¿Qué sería de la historia del fútbol sin los goles inverosímiles?

Areso realizó ayer su aportación a ese catálogo que hoy, tras el asombro y la celebración, trata de descifrar cuánto hubo de intención y cuánto de azar en el golpeo a portería desde una esquina del campo. El lateral, como debe ser en estos casos, engordó la duda con sus declaraciones. Es mejor así: se hablará de ese gol durante años. El compromiso del futbolista es preservar y alimentar la mística del juego. Y someter a revisión pautas que parecen inquebrantables. El caso de Areso es un buen ejemplo.

"Se hablará de ese gol durante años"

Antes de seguir, confesaré que no veo con agrado que futbolistas que han abandonado Tajonar a edad temprana seducidos por otras ofertas, vuelvan al club años después cuando no han visto cumplidas sus expectativas lejos de Pamplona. Ha pasado últimamente en el Promesas con futbolistas que de niños apuntaban alto… Pero bueno, como dijo aquel, “es el mercado, amigo”.

Areso es uno de esos futbolistas de ida y vuelta. Dos veces; primero al Athletic, luego al Burgos. Dos destinos con diferentes contextos, con distinta edad, en otro proceso de maduración. No siempre suele salir bien tanto cambio de aires. Hoy, al margen del gol, el lateral es uno de los jugadores más regulares de la plantilla junto a David García y Sergio Herrera. Por esto, sorprendió que Arrasate le dejara en el banquillo en el proceso de regeneración orgánica que puso en práctica ante el Getafe. No están los tiempos para prescindir de un elemento que aporta profundidad y balones al área. Y goles que redimen a Osasuna, que le salvan de un KO funesto y de otra semana tensa.

"El osasunismo no acaba de reconocer a su equipo salvo en esos tramos de partido en los que manda, golpea y defiende con una determinación admirable"

Más allá de los cambios que decidió Bordalás en el descanso y que reanimaron al Getafe, Osasuna se disolvió en la segunda parte como un azucarillo, débil aún para ofrecer un partido tranquilo, para no fiarlo todo a gestos individuales como los goles fantásticos de Iker Muñoz y Areso, como las paradas de Herrera. La puesta en escena de Arrasate no solo sorprendió por prescindir de Areso, también por guardarse en el banquillo a Aimar, por retirar del campo a un participativo Pablo Ibáñez y por sacar a un Brasanac corto de minutos por delante de Moncayola, ayer inédito. Extraña rotación esta del entrenador.

Es el momento de ir recolocando piezas. Cada vez más cerca de los 42 puntos de la zona de seguridad, el osasunismo no acaba de reconocer a su equipo salvo en esos tramos de partido en los que manda, golpea y defiende con una determinación admirable. Luego entra en amnesia: Mojica echa balones atrás, a Catena le ganan el espacio en el área pequeña y Budimir no ve puerta. Hasta que Areso hizo de Ostívar. Solo él detectó el hueco por donde podía respirar Osasuna.