El mundo al revés. Así parece que van las cosas. Así lo percibimos al menos muchas personas preocupadas por temas esenciales en nuestro día a día como, entre otros, la igualdad, el euskera o el derecho a un trabajo con un salario digno. Temas en los que se ha avanzado gracias al empuje social y al impulso de algunas decisiones y acciones políticas y, lo que es más triste en algunos casos, pese a las zancadillas de partidos que se llaman progresistas.

Es verdad que hay otros muchos asuntos más importantes por vitales por los que salir a la calle actualmente, como la paz y el ansiado final del genocidio que está sufriendo Palestina, donde realmente Europa y el Mundo parecen, ahí sí, estar está totalmente del revés. Pero por aquí cerca preocupan y mucho algunas derivas peligrosas. Hace unos días un informe en el que se planteaba cómo perciben los hombres los avances en la igualdad de las mujeres veíamos con preocupación que lo que es un derecho, hoy todavía cuestionado, ellos, sobre todo los votantes de derecha, lo perciben en un alto porcentaje como una amenaza.

Nuestro avance es su retroceso para una parte de la mirada masculina y lo que es más alarmante, es entre los jóvenes donde más ven peligrar algo suyo en la medida en que nosotras logramos lo que debería ser nuestro. Datos que nos demuestran que en temas de mujer casi nada está consolidado, que la igualdad es la meta y también el camino diario. Escuchamos con incredulidad cómo los empresarios cuestionan el aumento del salario mínimo, porque lejos de verlo como un paso en la justicia social, lo ven como una amenaza a sus beneficios y hablan ya de que en lugar de consolidar empleo lo destruirá.

Como si cobrar 1.134 euros al mes no fuera un mínimo que poco tendrá que ver con los ingresos al máximo de quienes lo cuestionan y se ponen como víctimas. Pero ya lo que ha colmado el vaso y desborda el despropósito es lo que está ocurriendo en Orkoien con el euskera y por extensión lo que subyace en el PSN respecto a este tema. Deberían escuchar más al actual ministro de Cultura, Ernest Urtasun, cuando dice que “la pluralidad lingüística es uno de nuestros grandes patrimonios compartidos, no una amenaza”. Mantener que en Navarra, donde el euskera es una lengua propia, viva y con un algo uso, que debe ser protegida, ofertar actividades culturales en esta lengua es “una discriminación para quienes solo hablan castellano es ignorante y triste. Las lenguas son riqueza al alcance de todos y todas y se disfrutan aunque no las entiendas, como la música, y están abiertas a todo el que quiera acercarse a ellas y aprenderlas y se empobrece quien no lo hace. Nada se impone al ofertarlas, pero sí es imposición la cerrazón de algunos a aceptar, cuidar y proteger el euskera como parte de la realidad lingüística de Navarra.