Una de las cosas que más me gusta cuando llego a un pueblo o a una ciudad nueva es ver esas viejas cabinas de teléfono convertidas en puntos de intercambio de libros, algo así como bibliocabinas. Me gustan especialmente las que existían en nuestra generación, por lo que pueden significar hoy, eso de cambiar teléfonos por libros de lo que tanto se habla en referencia a los móviles y lo mucho que interfieren en nuestra capacidad lectora. Mobiliario urbano al que la tecnología ha dejado obsoleto y que puede tener otro uso. En realidad me quedo con cualquier lugar que apueste por la iniciativa de colocar libros al alcance de todos y todas, lo mismo en viejas estanterías recicladas que antes acogieron otros títulos y que envejecen con el poso de todas las palabras que van guardando, como en la plaza de mi pueblo y otros muchos de Navarra. Ver esos títulos que esperan nuevas vidas es un aliciente para seguir leyéndolos y es una muestra de que allí, en ese lugar, hay gente que apuesta por la cultura. Personas inquietas que leen, parte de ese 68% de navarros y navarras que lo hacemos habitualmente. Leer cuando vas de viaje o de vacaciones es un placer añadido al ya de por si disfrute que supone el viaje. Viajar con libros o a través de ellos. Y no hace falta ni llevártelos físicamente porque cada vez son más los pueblos y ciudades que los liberan para intercambiarlos por otros. Y puedes curiosear en esos ejemplares, ver sus dedicatorias... La lectura es una de las actividades más íntimas; estás tú sola con el libro, sin más mediación. El escritor o escritora ya se ha ido y te lo ha dejado en tus manos, como algo valioso que ha costado ver crecer y que ya de pronto vuela solo. La acción de leer exige intención, primero la de comprar o coger prestado un libro o descargar el título elegido y luego optar por dedicar tu tiempo libre a esa actividad y no a otras. Es más, empieza mucho antes, cuando alguien te recomienda un libro o compartes lecturas con otras personas, o lees entrevistas o artículos sobre títulos que guardas para poder leer. No solo novedades, porque a veces las historias que te llegan de verdad llevan años escritas. Por eso el valor de estos lugares de intercambio de libros o Liburu truke (me gusta más decirlo así que Bookcrossing), porque reutilizan no solo objetos sino historias y nos sirven al mismo tiempo para fomentar el hábito de la lectura y reciclar, muebles y palabras.