Esta semana me han ocurrido dos cosas. He visto debajo de casa el rodaje de una serie española-vasca en la que el protagonista es negro. Por primera vez. He visto en una sala de cine brillar una joya oscura en la que la protagonista es una mujer que hace estallar en un terremoto orgásmico el cristal de todos los techos, libertad, género, prejuicios, convenciones. Podría ser la primera vez. La serie es Detective Touré, una comedia policiaca basada en un libro de Jon Arretxe. La película es Pobres criaturas, cuento de hadas gótico y siniestro y comedia negra y sexual basado en un libro de Alasdair Gray. La dirige Yorgo Lanthimos, un griego de mente filosófica y compleja que me agitó con Canino y con Langosta y que genera fascinación y repulsa. Me enamora cómo arriesga.

El actor protagonista de Detective Touré, Malcolm Treviño-Sitté, explicaba esta semana que ‘pueblo’ se traduce igual en euskera que en su lengua guineana materna. Que ha vivido tantos rechazos laborales por ser negro que dejó de contarlos. Y que una tarde en Vallecas un policía le vio correr delante de un grupo de chavales y se unió a la carrera. En este caso no creyendo que les había robado sino pensando que necesitaba ayuda. Se equivocó. Perdían el autobús y Malcolm era el más rápido.

La actriz protagonista de Pobres criaturas, Emma Stone, trabaja como una diosa. Su Bella Baxter lo llena y lo ilumina todo. Crear a una mujer que revive gracias al cerebro de bebé que le implanta una versión del Dr. Frankenstein –Dafoe– es más que un reto. Es una fiesta ver en el cuerpo de una mujer adulta la frescura, la pureza y la torpeza infantiles al caminar, moverse, comer, encontrar y lanzarse de cabeza al placer de su sexo y del compartido. Dinamita cimientos, convenciones sociales, tradición, decoro. En la etapa victoriana de la película y en 2024. Y esto mientras te dejas seducir también por los escenarios, la fotografía y el vestuario. ¡Y mientras te ríes! Magia. Empoderamiento. La atracción (o el rechazo) que provoca la diferencia.