UPN, me da igual qué concejal de Pamplona fue puesto que creo que la política es una cuestión de bandos y no de personas y si das un mensaje lo da todo tu bando, que calla al lado tuya mientras hablas, comparó el otro día la idea de derribar el Monumento a los Caídos con la de derribar el Acueducto de Segovia, bajo la premisa de que sería lo mismo, ya que también el Imperio Romano fue sangriento y cruel y por tanto el acueducto que construyeron sería una obra de esos sangrientos y crueles.

Como Franco y los suyos –navarros– fueron crueles –mataron a 3.600 navarros en una comunidad en la que no hubo frente de guerra, sino persecución y exterminio– al concejal le parecen lo mismo ambas obras. Bueno, en primer lugar están separadas por unos 2.000 años. En segundo, el acueducto era para traer agua, no era una obra hecha para glorificar a los romanos caídos en las guerras. Es como si ahora pedimos que derriben el depósito de agua número 6 de Mendillorri porque se construyó en 1975, tiempo de franco. O todo lo construido entre 1936 y 1975.

Quiso hacerse el interesante y le salió la broma por la culata. A ver: es imposible resignificar un tocho que se levantó para glorificar a los soldados golpistas, los llamados caídos en la Cruzada. Es imposible resignificar porque desde 1954 no ha servido para prácticamente nada a la ciudad, sino a las cuitas de cuatro ultras. Y es imposible resignificar porque ni siquiera hay consenso real en que todo aquel exterminio estuvo mal. No lo hay.

Lo habrá por la bajini, en público, pero en casa miles de navarros siguen pensando lo que piensan. Por tanto, una actuación pública que no pase por el derribo y la creación de un nuevo lugar, abriendo la ciudad, es siempre una derrota y una oportunidad desaprovechada de enterrar un edificio. No la historia, que esa siempre queda, sino un edificio y lo que de él emana y lo que él celebra.