Todo lo que empieza mal es susceptible de empeorar. Que se lo pregunten a Ayuso. De un posible delito fiscal y de falsedad documental de su novio de más de 300.000 euros a Hacienda a una trama de empresas pantalla, paraísos fiscales, pisos de lujo, coches horteras de alta gama y a su jefe de gabinete y mano derecha, Miguel Ángel Rodríguez, un viejo vividor de las cloacas políticas y mediáticas desde tiempos de Aznar, amenazando e insultando a periodistas por desvelar la verdad. Además, sobre todo ello planea una sombra mucho más alargada y negra: la conexión del conjunto de la trama con una empresa privada de salud beneficiada con cientos de millones de euros públicos cada año por la privatización de las prestaciones sanitarias en Madrid. Quirón Salud aparece de la mano –o más bien moviendo los hilos tras las bambalinas–, en todo el salchucho en el que le han pillado al novio de Ayuso, el tal Alberto González Amador. Una democracia en estado de deconstrucción y un neoliberalismo que sólo es un sistema de mangoneo y corrupción. Ahora le llamamos comisiones, pero viene a ser lo mismo. El viejo régimen de siempre con unas elites aristocráticas, económicas, empresariales, militares y financieras mediocres y casposas al asalto y saqueo de los recursos públicos y del bien común. Da igual en que época de la historia española se lea esto. También otro ejemplo de ese neocapitalismo que dicta que las ganancias y dividendos de la privatización de los servicios públicos básicos –sanidad, educación, energía, alimentación, agua, carreteras, ferrocarriles, cuidados...–, pasan a los bolsillos privados de unos pocos y las pérdidas se socializan con los bolsillos de todos. Trasvase de la renta y la riqueza común a las cuentas bancarias de los asaltantes y sus cómplices políticos. Que personajes como Ayuso, como una semana antes se supo de las andanzas del socialista Koldo García ascendido en una carrera fulgurante de chófer y guarda de seguridad a comisionista moviendo millones de euros, hayan alcanzado las más altas cotas de confianza popular y de las elites del poder político, financiero, económico, mediático y judicial del Estado es la imagen más transparente de la inmundicia y podredumbre que se ha instalado en los pasillos y cenáculos de ese Madrid de siempre. Basta releer a los clásicos españoles desde Quevedo a Valle-Inclán para comprobar qué esto que ahora ocurre ha ocurrido siempre en esa España profunda en la que el robo al pueblo y el saqueo del bien público son señas de identidad de ese núcleo intocable de poder donde la mentira, el nepotismo, el enchufismo y la traición son protagonistas. Como guinda final, la semana acaba con el informe de la Comisión de la Verdad sobre la gestión de las residencias de mayores en Madrid durante la pandemia de la covid-19 que concluye que más de 4.000 de los fallecidos abandonados a su suerte sin atención médica en sus camas podían haber salvado su vida con la atención sanitaria a la que tenían derecho y que el Gobierno de Ayuso les negó porque, como argumentó ella misma, se iban a morir igual. Ayuso no ha dimitido aún, pero dimitirá o le obligarán a hacerlo. Se cambiará a Ayuso porque su hedor es ya insoportable para que no cambie nada y pueda continuar el saqueo y el trasvase de la riqueza colectiva a los amiguetes.