No hay nada que hacer. Ya lo sé. Ni tan poco mucho nuevo que escribir. Hay otros asuntos más próximos para juntar letras, pero también días para hacerlo. Hoy solo insistir en la denuncia de la maldad. Borrell confirma que Israel está utilizando el hambre como arma de guerra contra el pueblo palestino. Ha convertido Gaza en el mayor cementerio a cielo abierto del mundo.

En realidad, lleva semanas haciéndolo, ahora solo ha pasado a ser un nuevo crimen de guerra de forma oficial. La masacre de Gaza incumple todas las normativas del derecho humanitario y la legalidad internacional. Es un genocidio público y retransmitido y sabido, pero todo sigue igual. Lo que no dice Borrell es que Israel utiliza el hambre como arma de guerra y comete otras atrocidades ilegales contra los palestinos con la complicidad –es mucho más que impotencia–, de la UE, EEUU, la OTAN, Reino Unido y otros países del grupo occidental y también de las naciones árabes con Egipto a la cabeza.

De hecho, al mismo tiempo la UE rechazaba revisar el Acuerdo Comercial con Israel. Más hipocresía. De nada sirve denunciar un crimen de guerra si no se ponen al mismo tiempo los medios para evitarlo. Los palestinos han dejado de contar en el concierto internacional porque las prioridades de la geopolítica están en otros lugares. La UE mirando hacia Rusia por orden de EEUU y apostando por una nueva carrera armamentística y un lenguaje crecientemente amenazante y belicista. O quizá una zanahoria para que dejemos de mirar a Palestina. La tormenta de otro gran negocio a costa de los tambores de guerra asoma por horizontes próximos.

Pinta mal todo, pero los palestinos –otro pueblo que se suma a la lista de olvidados y perseguidos de la Tierra–, siguen siendo asesinados, bombardeados, sus tierras y casas ocupadas o destruidas y sometidos al abandono, al hambre y la sed. El precio a pagar por todo esto será, espero antes que después, una condena muy pesada para quienes lo hacen o miran impasibles para otro lado. Sus nombres se sumarán a los que llenan las páginas negras de la Historia de la Humanidad. Quedan siempre escritas.