“Vamos a tener lluvia todos los días de Semana Santa y al menos, hasta el Domingo de Resurrección y repartida por toda España”. Copio la frase textual publicada el pasado lunes en una de las numerosas páginas especializadas en previsiones meteorológicas.

El género, el de la información del tiempo, ha ganado un espacio relevante en internet, donde ha encontrado su aplicación más inmediata por las posibilidades de actualización al segundo. Ahora es difícil que te den gato por liebre; antes (digo antes como si fuera el siglo pasado y no me remonto más allá de diez años) se la jugaban los especialistas en los avances para los días de Semana Santa y estallaba tremendo pifostio cuando en el mapa aparecían nubes, gotas de agua y relámpagos sobre las zonas de costa, en particular las del Cantábrico.

Los hosteleros hacían pública y enojada queja, aludían a una vieja malquerencia y maldecían al hombre del tiempo y a la madre que lo parió. Porque visto el anuncio impreso en el papel, la gente cambiaba dirección rumbo al Mediterráneo. Baja el ánimo leer las previsiones porque el temporal empapa chiringutos, procesiones, torrijas y huevos de Pascua. Hay gente que miraba la maleta abierta sobre la cama y la cara se le inundaba de lágrimas como a esos costaleros obligados a permanecer en el templo o en la hermandad porque el agua les tiene cautivos. Y a esperar otro año.