Me cuento entre quienes afrontaban el futuro de Los Caídos con la duda sobre su derribo o la posibilidad de reconvertirlo en otra cosa vinculada a la memoria histórica, pero la realidad de los discursos y los hechos han terminado convenciéndome de que no hay resignificación posible y de que su eliminación del paisaje de Pamplona es la única salida digna. Para empezar, porque ese mamotreto horrible e infame incumple la legalidad de la Ley de Memoria Democrática y su sola presencia ahí ya es ilegal. Pero no es solo eso.

Los Caídos es un monumento en honor y homenaje a las élites carlistas y falangistas y aquella jerarquía nacional católica que extendieron el terror y practicaron el terrorismo durante años. Ni siquiera es un recuerdo a quienes murieron en los frentes de guerra enviados a primera línea en los primeros meses tras el golpe franquista. La mayoría de ellos fueron enviados a morir como carne de cañón en primera línea, mal armados y con el detente bala como pasaporte de entrada al cementerio. Cuando las protestas en Navarra forzaron su vuelta, la carnicería ya estaba hecha y los que volvieron se trajeron solo piojos y el recuerdo del horror.

Como estaba hecha también la matanza en Navarra de más de 3.300 navarros y navarras secuestrados de sus casas y de sus puestos de trabajo y asesinados y enterrados sin nombre en descampados y cunetas por toda la geografía de Navarra. Cientos de ellos aún hoy sin localizar. Sin frente de guerra, solo terrorismo practicado por los golpistas y sus secuaces. Los Caídos se levantó en honor y gloria de quienes se beneficiaron de aquella matanza, de quienes protagonizaron aquellos crímenes, de quienes violaron y abusaron de mujeres y niñas,y de quienes se enriquecieron con el expolio que siguió a los asesinatos cada noche de cazalla, cánticos y chanzas previas a las profesiones que luego les bendecían. No hay nada que pueda resignificarse hoy de todo ese inmenso lodazal de mierda que fue aquel verano de 1936 y los 40 de represión y dictadura que le siguieron.

Y lo peor es que muchos de quien ahora defienden la permanencia del Monumento lo hacen porque siguen sintiendo como propio el carácter de reconocimiento que representa hacia aquellas élites políticas, religiosas, militares y judiciales. Los consensos no son buenos ni malos por sí mismos. Los son en función de si su objetivo es de interés general y no parece que la continuidad de Los Caídos tenga nada que ver con el interés general de la sociedad navarra de hoy más allá de que sigue suponiendo una humillación para las víctimas y sus familiares. Otra razón que obliga a su derribo.

Más que consenso parece que una minoría intenta presionar a la actual mayoría democrática que gobierna Iruña y Navarra para que deje Los Caídos como está y ellos puedan mirar satisfechos la herencia de aquel episodio negro de nuestra historia reciente. UPN y PP se han resistido y se siguen resistiendo a condenar los crímenes del franquismo como se han resistido y se resisten a cumplir las leyes de memoria histórica democrática. No hay que remover el pasado ha sido siempre su argumento falaz. No hay espacio posible para el consenso en este tema desde esas posiciones. Y no hay tampoco un nuevo significado posible de memoria para ese lugar tenebroso que rinde homenaje a lo peor de los seres humanos. Ni pintado de colorines.