Saturado de que me coman la oreja. Allá por los años sesenta del siglo pasado, la emisora diocesana ofrecía el rezo del Santo Rosario y aceptaba intenciones de los oyentes a cambio de un óbolo. Las intenciones eran como las dedicatorias de los discos dedicados y se leían antes del rezo. El mes de octubre –mes del Rosario– ocupaban varios folios. Como los discos dedicados en el Día del Padre. Ahora los medios de comunicación ofrecen otro rosario: el rosario de intenciones. De las intenciones del Rosario al rosario de intenciones. Una diferencia: los Misterios del Rosario incluyen gozosos (lunes y sábado), luminosos (jueves), dolorosos (martes y viernes) y gloriosos (miércoles y domingo). Día a día, los gabinetes de comunicación institucionales publicitan las intenciones de sus políticos mandatarios. Todas gozosas, luminosas o gloriosas. Las inevitables dolorosas se presentan como futuribles gozosas. Ejemplo: se defenderá la recuperación de la competencia de Tráfico para Navarra, que el Tribunal Supremo avaló años atrás y que ahora anula. Maraña jurídica para enmarañar la rivalidad política. En coincidencia con el aniversario de la Gamazada. Si cansino es este largo proceso en torno a las competencias exclusivas de Tráfico, también resulta cansina la retahíla de planes y propósitos que siguen al inicio de una legislatura, buena parte de ellos rescatados del profundo cajón de los asuntos pendientes. Son tantos, y la mayoría tan dilatados en la gestión, que su seguimiento resulta imposible. Ejemplos: en infraestructuras, el Tren de Altas Prestaciones; en tradiciones, una reflexión profunda sobre los Sanfermines. En el estreno de los Ayuntamientos democráticos se hablaba mucho de auditorías. Para conocer el estado de las cosas. Nunca se hacían sobre acuerdos plenarios incumplidos. Así que la demanda sería de un balance trimestral: hechos cumplidos y plazos incumplidos. Un estado de cuentas de los compromisos anunciados. A que no.