No deja de ser extraño que un presidente de un Gobierno abra un debate de calado político, institucional y social de primer nivel a través de una carta personal difundida mediante las redes sociales. Una carta en la que anuncia que se toma unos días para pensar y deja abierta la posibilidad de dejar el cargo ante los ataques de “la máquina del fango”. Sorprende de nuevo Sánchez, y está por ver cómo sale de este nuevo quiebro. Pero evidentemente, por mucho que el contenido de la misiva sea personal, hable de su pareja y de sus sentimientos, cualquiera de sus actos no puede ser despojado de una valoración o intencionalidad política. Y más con un panorama electoral muy abierto con una sucesión de convocatorias a las que por cierto, contra todo pronóstico y marea, su figura y sus siglas venían surfeando mucho mejor de lo previsto tras el hundimiento inicial en aguas gallegas. La orilla catalana está a la vista y los mares europeos nunca se le han dado mal a este presidente que tiene sus miradas puestas en ese espacio y que ha jugado siempre también con la política internacional como revulsivo y vía de escape. Pero en Europa, como en el Estado español, lo que hay es una fuerte ola de derecha y ultraderecha, casi un tsunami, que viene envuelta con nuevas armas para sus objetivos de siempre. Donde todo ese conglomerado mediático-jurídico-policial-político nunca ha aceptado ni aceptará el mandato de las urnas o de la soberanía popular y menos que pueda gobernar una opción de izquierdas. Por estas tierras ya sabemos algo de la dinámica de denuncia pseudomediática, apertura de causas que luego se archivan, desestabilización y acoso político. O en Valencia, con Mónica Oltra. O en Podemos con los ataques a Irene Montero y Pablo Iglesias. O como se vio con todo el juego sucio contra los políticos e instituciones catalanas. Unos y otras han sufrido lo que se conoce como lawfare; guerra jurídica, instrumentalización de la justicia, judicialización de la política o acoso judicial. Pero como siempre, la versión española tiene unos tintes especiales que van desde la caspa a la crueldad del todo vale contra el adversario político que hay que aniquilar. Con total falta de escrúpulos de la derecha y la ultraderecha política y mediática para tratar de ganar con la alianza de los jueces lo que no les han otorgado los ciudadanos en las urnas. Reventar la voluntad popular. El poema de Martin Niemöller sobre aquello de “cuando vinieron a por …” es un buen texto de cabecera. Porque quizás se debería haber salido antes en defensa del sistema democrático y cortar estos ataques cuando iban dirigidos contra otros políticos y aliados. Faltó empatía y sobró ventajismo entonces. Pero no hay tiempo que perder y la reacción social y ciudadana será clave. Una respuesta que no tiene por qué reducirse a estar en favor o en contra de un determinado político o presidente, sino en torno a la política en sí misma. Todo esto creo que Sánchez, más allá de decisiones personales y tácticas electorales, debería valorar de aquí a la próxima semana. Y no se ha dejado a sí mismo demasiadas salidas abiertas.