Alguna vez les he comentado que escribo esta columna el domingo. Es un momento particular que se presta a la recapitulación o por lo menos a distanciarse de la velocidad de los laborables. La semana se cierra y los sábados no suelen pasar muchas cosas.Si algún tema me ha entretenido los días previos, lo habitual es que llegue al ordenador y proceda. Si se ya ha escrito sobre la cuestión y no se me ocurre nada nuevo o seminuevo que aportar, pues a otra cosa y ya. Normalmente suele funcionar. Pero esta vez no ha sido posible.

Yo no quería hablar de la decisión de Pedro Sánchez y era lo que me ocupaba la cabeza. No he sido la única. A preguntó varias veces en voz alta que qué estaría haciendo Pedro Sánchez en ese preciso instante, lo que nos obligó a ir componiendo una agenda plausible. Algo de ejercicio, ¿fisio tal vez?, tiempo de familia, distracción y espacios con otras personas, muy pocas y muy cercanas para estar, para comentar, quién sabe si para acabar de perfilar.¿Han tenido apoyo psicológico él, Begoña Gómez, sus hijas u otros miembros de su familia durante este tiempo? Se nos ocurría que lo habrán necesitado.

La realidad es que pensamos que Pedro Sánchez estaría haciendo más o menos lo que haríamos nosotras si tuviéramos que decidir sobre algo muy importante, que nos afectara intensamente y que transcendiera lo personal.Si se quiere, o, mejor dicho, si no se evita de forma reiterada y consciente, no es tan complicado ponerse en la piel de otras personas.

Hoy martes, sea cual haya sido la decisión, la situación es una oportunidad para impulsar un nuevo código para el juego político. Si hay visos de que se materialice, ni tan mal. Es de primera necesidad.