Sobre algunos políticos y sus actitudes En La República, Platón, además de otros aspectos sobre la organización del Estado, deja claro que los gobernantes deben ser virtuosos y sabios, o sea, filósofos. Añade también que allá donde gobiernan los interesados en apropiarse del bien público se involucran en guerras que acaban con ellos y con el mismo Estado. Veinticinco siglos después, se antoja bastante pretencioso materializar las propuestas platónicas en nuestra democracia, pese a su sensatez y beneficio para el interés común. Muchos de nuestros polític@s muestran más empeño en dejar constancia de que la estupidez abarca un importante espacio en su propia esencia personal que en invertir esfuerzos en la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía. Embargados por un exceso de narcisismo, se regodean en actitudes dirigidas al enriquecimiento de su ego, haciendo un ilegítimo uso del status prestado por las urnas. Si a esto añadimos el aliento que reciben de sus hooligans, especialmente a través de las redes sociales, así como la atención en demasía y en ocasiones apoyo de ciertos medios de comunicación de dudosa catadura moral, el panorama político se torna poco halagüeño, con el riesgo de poner en entredicho los pilares que sustentan la gobernabilidad del país y nuestra convivencia como conciudadanos. A la hora de pensar en un antídoto que nos prevenga de daños mayores, el desarrollo del pensamiento crítico, argumentado y sustentado en lo razonable, se presenta como uno de los mejores medios para ir dando la vuelta a la tortilla. No es lícito vernos obligados a soportar tanta sandez de quien bien pagamos por conducir los designios de nuestra sociedad. Seamos exigentes con quienes dirigen el cotarro y hagámosles ver que sin educación y anteponiendo su particular interés al general, el único destino es el precipicio para todos, ellos incluidos.