Dos razones me motivan para escribir esta carta: la primera es la conversación mantenida con un señor con el que diariamente trato por cuestiones laborales que, sabiendo que los dos somos creyentes y practicantes, una mañana me confesó su disgusto por la pérdida del euskera en nuestras celebraciones y vida eclesial de Navarra; la segunda es este nuevo e importante hallazgo acaecido en Irulegi que corrobora lo que muchísimos estudios avalaban sobre la presencia e importancia de nuestra lengua vasca en esta Tierra.

Entonces, muchos lectores se preguntarán por qué meto aquí al obispo. Lo hago porque ya es hora de que, al hilo de la conversación con Carlos arriba citada, en Navarra tengamos un obispo de la Tierra que sepa y ame el euskera. Ya vale de tener desde 1521 principalmente obispos foráneos con escasa predilección por nuestra lengua, costumbres e idiosincrasia. Lo mismo un amplio sector de clero importado que, en ocasiones, no hacen el esfuerzo por conocer nuestra realidad navarra.

Espero que los que actualmente aconsejan al papa Francisco desde esta Tierra, le hagan llegar esta información y sensibilidad para que se nos nombre un obispo acorde a todos los carismas y realidades de nuestro pueblo.

Por cierto, tienen claramente aquí a un gran sacerdote al que da la impresión que alguien le quiere marear y ya es hora de que sea ordenado obispo por su contrastada valía. No busquen fuera de nuestras mugas porque a los pies de Aralar tienen al candidato perfecto. Escuchen de una vez la voz del pueblo de Dios que camina por Navarra desde Baigorri, Orreaga a la Bardena y de Montejurra a Xabier.