Hace unos días leí en DIARIO DE NOTICIAS un artículo de Jorge Nagore sobre los grafitis con el que estoy totalmente de acuerdo.

Esas horribles pintadas, sin gusto ni imaginación, que ensucian por doquier lo público y lo privado, son una estupenda demostración de la estupidez humana.

Basta entrar por ferrocarril en Madrid o Barcelona, por poner un ejemplo, para darse cuenta de hasta qué extremo han llevado estos delincuentes sus fechorías, sin dejar el más mínimo espacio libre de ellas, incluyendo últimamente su inusitado empeño en pintarrajear los trenes, y no parece que las autoridades pongan mucho empeño en perseguirlos, por una parte, y en limpiar, por otra. Pero no hace falta salir de Navarra. Vean cómo están ya las barreras anti-ruido en la N-121-A en Oricáin, o la Ronda Norte junto a Ezcaba. Pongan por lo menos vegetación, plantas trepadoras o algo así, para impedir que se conviertan en obras de arte...

Ello, añadido a la gran cantidad de edificios en ruinas o abandonados que se encuentra uno viajando, contribuye a que cada vez se haga más patente lo que se ha venido en llamar la España fea (hay un interesante libro de Andrés Rubio con ese título).

Tengo entendido que existe un Ministerio de Medio Ambiente que haría bien en incluir la estética en eso que llaman medio, que es no sólo lo que respiramos, sino también lo que vemos.

En cuanto al Ayuntamiento de Pamplona, es lamentable que se limite a limpiar únicamente las pintadas hechas en lo público, cuando debería también hacerlo en las zonas privadas, ya que es incapaz de cumplir con la obligación que, como autoridad, tiene de impedir los daños causados por los delincuentes a la citada propiedad privada. Y se pone poco interés en perseguirlos. Dado el daño que causan debería modificarse la ley, aumentando las sanciones que puedan imponerse.