Constantemente nos informan en las noticias económicas sobre la solvencia de nuestras entidades financieras, incluso el gobierno en boca de su presidente así lo confirma, cuando abundan estas afirmaciones algo en mi interior tiembla y me recuerda a las mismas frases de hace años y la posterior crisis financiera en España al igual que en otros países.

Desde hace mucho tiempo los bancos se han convertido en distribuidores o comercializadores de productos financieros, además de teléfonos, seguros y servicios varios, el sistema consiste en adquirir lo que se va a vender con posterioridad a la venta tal cual hacen por ejemplo los concesionarios de vehículos, de esta forma digamos que se realiza una venta por encargo, el resultado para el vendedor en este caso es la ausencia de riesgo en las operaciones.

Se asegura un buen ratio de solvencia y la información al consumidor es excelente ya que se transmite una sensación de seguridad, sus ahorros están en buenas manos, aunque a veces quien comercializa los productos no quiere o no puede advertir por falta de conocimiento técnico de la naturaleza real del producto vendido y el consumidor tiene que recurrir a los tribunales para intentar recuperar lo perdido por falta de información completa.

Lo ocurrido últimamente en varios bancos estadounidenses y europeos pone en tela de juicio esta práctica, ya que no existe riesgo si los productos llegan a su término (vencimiento) al tener en muchos casos la finalidad de que cuando baja su rentabilidad la gestora del fondo los convierte en acciones y en caso de quiebra o concurso son lógicamente los últimos en cobrar (suelen ser bonos de alta rentabilidad y se venden como que su valor esta garantizado pues final va a temer unos títulos por el importe de los fondos)

Pero en el caso de las entidades financieras ante una necesidad de liquidez una solución es intentar vender estos productos que están valorados en su activo al precio de compra o constitución, en el momento de la venta si hay que venderlos por un monto menor que le originario el patrimonio del banco se desploma y cunde el pánico entre los clientes de otros bancos pues en muchos casos no saben exactamente cual es el riesgo de sus ahorros.

Es evidente que si en este momento los ahorradores hicieran una prueba consistente simplemente en sacar físicamente su dinero de un banco e ingresarlo en otro muchas oficinas tendrían verdaderos problemas de liquidez, a nivel financiero su uso prácticamente ha desaparecido pero la sensación de miedo a perder lo que es nuestro a veces nos empuja a ver y tocar precisamente ese dinero que tanto nos ha costado reunir y que ya tenemos en mente donde lo podríamos emplear.

Habría que aplicar la sabiduría popular “cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”.

*El autor es economista