Tras la innegable posibilidad de guerra nuclear, la emergencia climática es el principal reto al que se enfrenta la humanidad. Seguramente transitamos hacia el fin del mundo tal como lo conocemos.

Todas las revoluciones nobles -sindicalismo, feminismo, Ghandi, Luther King, pacifismo, ecologismo, antiapartheid, LGTBI, 15-M- que han hecho progresar el mundo, fueron atacadas con saña por el egoísmo inmovilista del poder que veía peligrar sus privilegios. Ahora, también.

Los científicos, tras años de investigaciones, llevan décadas advirtiendo de la emergencia climática que ahora vivimos con desasosiego pensando en qué mundo dejaremos a nuestros descendientes.

Como no se hace nada, las acciones de Futuro Vegetal tienen que ser radicales para atraer la atención. Y mientras estas no dañen realmente el patrimonio cultural -en el fondo da casi igual, porque sin patrimonio natural no habrá cultural que valga- ni personas, deberían contar con nuestra afinidad y apoyo. 

Seamos sinceros, ¿han paliado algo las 27 Cumbres del Clima? ¿Han servido sus acuerdos? Solo paños calientes. Si no se pone coto a la superpoblación, la sobreexplotación, la contaminación y el consumismo, vamos a la extinción. El capitalismo salvaje y su descontrolada codicia es responsable de la devastación y, por eso, ante cualquier solución ejerce el negacionismo -«pretenden controlarnos quitándonos la libertad»-.

Siguen sin entender que, si no se pone coto contundentemente, no quedará nada con vida sobre el planeta.