Leo en prensa que el señor Leoz, pár roco de la parroquia de San Lorenzo, ha organizado una super-misa de la escalera y que entre los extras del especial evento se encuentra una invitación para acudir a las personas que han prendido el txupinazo en lo que llevamos de democracia (desconozco si a los 16 franquistas que también lo hicieron no se les ha invitado porque están todos fallecidos o porque no son bienvenidos a la fiesta, aunque esto último me extrañaría porque la Iglesia de Dios acoge a todos en su seno).

Hasta aquí nada extraño, las autoridades eclesiásticas pueden invitar a sus rituales místicos a quien les dé la gana pero el meollo de la cuestión no es tanto la invitación sino la respuesta que a la misma vayan a dar estas personas invitadas y que a nada que se conozca un poco esta ciudad no es difícil imaginársela. Yo ya me he jugado un vermú.

Hay que recordar que todas estas personas o entidades invitadas fueron nombradas por el Ayuntamiento de Pamplona –una institución de un estado aconfesional y por tanto aconfesional también– única y exclusivamente para lanzar el cohete anunciador de las fiestas de la ciudad, –un acto festivo civil y también aconfesional–. En ningún caso el nombramiento lleva aparejado ni en presente ni a futuro cualquier tipo de título o facultad alguna para representar a la ciudad en foro o evento alguno, incluido por supuesto participar en ceremonias religiosas de cualquier confesión.

La casi cincuentena de extxupineros/as de Pamplona invitados/as (creo que el cargo lo acaba de inventar el señor párroco con esta iniciativa) se divide principalmente en dos grupos: por un lado, un nutrido grupo de personas de diferentes sensibilidades políticas que han sido alcaldes/sas y ediles del consistorio pamplonés a lo largo de estas décadas y por otro personas que tiraron el txupinazo en representación de diversos colectivos y asociaciones. Tanto unas como otras representan a la sociedad civil, las primeras en ejercicio de sus cargos como representantes institucionales de la ciudad y las segundas como parte imprescindible del tejido deportivo, cultural, asociativo, solidario... de la misma. Dándose la circunstancia común de que tanto los cargos institucionales de una institución del Estado son aconfesionales y que aconfesionales son también la gran mayoría, si no todas, las asociaciones a las que se concedió el honor de tirar el Txupinazo.

En resumen, nos encontramos con que una institución aconfesional –el Excmo. Ayuntamiento de Pamplona– nombra a unas personas que representan a entidades también aconfesionales para llevar a cabo un acto aconfesional –lanzamiento del txupinazo–. Éstas y no otras son las características que definen la acción por la que estas personas entraron a formar parte de la historia sanferminera de la ciudad. No existe pues razón alguna para que estas personas formen parte de forma oficial (a nivel personal hagan ustedes lo que les dé la gana) en el acto religioso organizado para el día 6 en la parroquia de San Lorenzo.

Lo quieran ver o no, esta invitación-trampa no es sino una nueva maniobra de la Iglesia Católica para impregnar con barniz religioso cuestiones de índole exclusivamente civil que nada tienen que ver ni con la religión ni con la iglesia. Una simple pero efectiva estrategia de la Iglesia Católica para no continuar perdiendo espacio en dinámicas institucionales y sociales, por suerte cada vez menos influenciadas por dicha institución religiosa. Nadie entendería que el pasado domingo día 28 curas, sacerdotes y obispos hubieran ido a los colegios electorales a bendecir las urnas, ¿verdad? Pues esta invitación, señores y señoras extxupineros/as es lo mismo pero a la inversa, un medio para atraer al tejido civil de la ciudad a la casa de Dios mediante el cebo de San Fermín que siempre cuela (que el santo nunca existiese es lo de menos, mentiras piadosas que el Señor perdona con tres avemarías).

Ya va siendo hora de que la sociedad civil con sus representantes institucionales y tejido social a la cabeza adopte actitudes transformadoras evitando caer en las trampas que las diferentes confesiones religiosas ponen a la sociedad en el camino hacia una sociedad verdaderamente aconfesional y más libre. De la procesión de San Fermín y la ciudad progresista de la que tanto se habla estos días hablaremos otro rato.