Esta es una historia con un principio oscuro, triste y falto de esperanza. Se inicia en pleno invierno, el día en que soy consciente de que una obra inexplicable, innecesaria y destructora del ambiente en que he vivido, cobra por fin forma. Se va a construir un parking en la calle Sangüesa, junto a una reurbanización al estilo como a mí me da la gana en la plaza de la Cruz.

Y en mi afán de hacer algo por evitarla, lanzo algunas llamadas de atención en el periódico, hasta que un día se me aparece un ángel en forma de vecina, con la que acudo a una asociación vecinal a la que se puede recurrir en estas situaciones. Allí conocemos a otras personas que son de la misma opinión. Como una bola de nieve, el grupo empieza a crecer, y más personas se añaden a él de modo que decidimos concentrarnos para dar a conocer al vecindario lo que va a ocurrir.

Ya desde la primera concentración nos sorprende que muchos vecinos y vecinas, al igual que yo, en un principio no pensaban que pudiera darse tamaño despropósito. Pero era verdad. El Segundo Ensanche, un barrio hasta hace pocos meses poco cohesionado, empezó a unirse ante la alarmante pérdida de sus árboles y de su plaza. Y para nuestra sorpresa, las concentraciones eran cada vez más numerosas y el vecindario pedía más.

La historia continúa, siendo cada vez más conocida gracias a las concentraciones de oposición a la tala, la recogida de firmas, el apoyo de comerciantes, la música, la masa crítica, ruedas de prensa, el apoyo de múltiples entidades y personajes públicos Intentaron hacernos sufrir, como si estuviéramos en el corredor de la muerte. Después de Sanfermines las obras comenzaron, lentamente pero comenzaron. Se pusieron vallas y a los días las cubrieron. Los vecinos conseguimos que artistas de todo el mundo reivindicasen los árboles y llenamos un panel con sus pinturas y dibujos. Ante la inminencia del comienzo de la excavación (15 metros de profundidad prometidos por el consistorio), establecimos retenes de vigilancia para dar un aviso ante el mero intento de comienzo de la tala de árboles. Así pasó parte de julio y agosto, hasta que el día 17, mientras unos trabajadores hacían un agujero al lado de mi casa, los medios dieron la noticia de que la alcaldesa había paralizado "provisionalmente" la obra. Celebramos "provisionalmente" la paralización. Ganamos tiempo. Aún se conservan los árboles. También algunos destrozos en el suelo siguen ahí. Por supuesto que vamos a seguir luchando porque nos hemos dado fuerza mutuamente.

Por último quiero hacer un resumen de lo más importante. Ha sido un verano caluroso, pero no nos ha afectado demasiado gracias a la arboleda de la plaza de la Cruz. Ha sido un verano de emociones por los testimonios de tantas personas que se han acercado a apoyarnos. Ha sido un verano auténticamente participativo con personas de todas las condiciones, incluso comerciantes dando sus opiniones, animándonos con música, con cuentacuentos. 

Y para mí ha sido increíble conocer a tanta gente del barrio a la que no había mirado nunca, a la que no había visto aunque estaba cerca y que ahora me saluda con tanto cariño. Por eso reescribo el título: Un verano inolvidable en la plaza de la Cruz. Asun Idoate