Cuando Santiago Abascal como otros muchos sufrió la congoja de estar amenazado por ETA y necesitar escolta, recuerdo que los demócratas incluyendo Pedro Sánchez condenamos el imperio del terror que imponía la banda asesina. Por eso resulta muy perturbador que él y su formación neofascista de derecha extrema, Vox, no solo no desaprueben la violencia política y no abominen del ahorcamiento y apaleamiento de un monigote representando al presidente de España en una convocatoria de revuelta su rama juvenil, sino que fomenten la política del odio al sostener "que habrá un momento en que el pueblo querrá colgar de los pies a Pedro Sánchez" además de jalear los insultos en la calle de Ferraz. Es la conocida estrategia fascista de deslegitimar con violencia verbal a las personas para lograr su cosificación y deshumanización. Al despojarlas de la dignidad y dimensión humanas, no tienen problemas éticos para machacarlas. Esta violencia debe tener una contundente respuesta reprobatoria política que el PP aún no ha dado con sus peros y, sobre todo, con el silencio pusilánime de Feijóo.