El viernes 15 de marzo se celebra el Día Mundial de los Derechos de los Consumidores. Hace ya más de 50 años el presidente de EEUU, John F. Kennedy, inauguraba este día con la frase célebre: “Ser consumidor, por definición, nos incluye a todos. Somos el grupo económico más grande en el mercado, que afecta y es afectado por casi todas las decisiones económicas públicas y privadas... pero también el único grupo importante cuyos puntos de vista a menudo no son escuchados”, aseveró.

Desgraciadamente, todavía hoy podríamos corroborar esa misma frase y reafirmarnos en lo mismo. ¿Cuántas son las personas que este año han visto multiplicar sus facturas del gas sin saber a qué obedece esta subida?; ¿y las dificultades para cambiar de compañía telefónica o dar de baja un móvil?; ¿y el precio del hotel que buscaste por la web que se incrementa cuando entras por segunda vez porque saben que tienes interés en él?; ¿y los mil papeles que hay que firmar para contratar un producto financiero que ni los propios directores de banco comprenden?

Por un lado, da la sensación que pretenden proteger más a los consumidores y lo que se hace es generar más burocracia, más complejidad y más indefensión. Muchas normativas vienen desde Europa, otras nos las generamos nosotros mismos. Pero no terminamos de lograr el objetivo, que son unas relaciones más fluidas, más justas, más sencillas, más transparentes.

Eso es lo que buscan los consumidores: claridad, transparencia, que lo que les digan sea verdad y se cumpla, que no haya que sospechar de todo.

¿Les parece lógico que al que permanece fiel a la compañía telefónica le suban las tarifas más que al que todos los años cambia?; ¿o que comprar un coche al contado sea más caro que financiarlo?; ¿o que resulte casi imposible disponer de las condiciones por escrito del servicio que hemos contratado por teléfono?

Todo se está volviendo excesivamente complejo y complicado para los consumidores. Pero es que quizás el problema es más de fondo, porque todo está resultando excesivamente complejo para los ciudadanos: a los jóvenes, acceder a una vivienda por primera vez o lograr un trabajo justamente remunerado; a las familias, poder tener hijos, sacarlos adelante y llevar una vida plena; a los mayores, acceder a todos los servicios, a una buena atención y a un final de la vida feliz.

Nuestra sociedad de consumo y nosotros mismos necesitamos un giro de timón, estamos creando un monstruo que va a terminar engulléndonos. Y que nos está haciendo perder la vida, la alegría y las cosas buenas, como la amistad, la generosidad o la ayuda a los más necesitados.

Es absolutamente necesario retomar esos viejos valores de honradez, sencillez, solidaridad y esfuerzo para adentrarnos en nuevos senderos que nos hagan más felices y nos permitan acceder a una vida más plena.

Feliz día de los consumidores.

*El autor es presidente de la Asociación de Consumidores de Navarra Irache