Confieso que antes admiraba el que, para dotar a su madre y su hermano, Ayuso hubiera colaborado durante la epidemia en algunos negocios por ortodoxos, lo que podía comprometer su carrera política.

Pero ahora se destapa que, egoísta, sólo dio esas migajas, como limosna, a sus familiares, quedándose, junto con su pareja, con dos pisos millonarios y otros lujos estridentes. Si ya una manifestación de protesta ante su palacio de presidenta madrileña le decía: “Ayuso, adiós a tu casoplón”, ahora tendría que decirlo de esos tres casoplones.