Como bien decía Juan Carlos Unzué minutos antes del cohete éste era una partido “único e irrepetible”. Y así lo fue. El partido de su vida, el que le llenó de orgullo ante una plaza abarrotada y que compensó el esfuerzo de sus compañeros de asociación de ELA Navarra, de quienes como él luchan día a día por plantar cara a una difícil enfermedad que afecta a más de 3.000 personas. Un cohete bien dirigido, con espíritu deportista, que fue directo a la portería, al corazón de la ciudad. Porque nunca un cohete significó tanto para Iruñea.

Tanta emoción contenida detrás de cada pañuelico y un atuendo impoluto al que nadie renunció, estando de fiesta o de trabajo. Un chupinazo dedicado este año tan especial a todos y todas los sanitarios y las personas que nos han ayudado en toda la pandemia, a y todas las personas que sufren ELA. Y así es, no podemos olvidarnos en este momento de jolgorio en tanta gente, especialmente de los profesionales sanitarios que durante estos años de pandemia nos han protegido y cuidado, y que seguirá haciéndolo, porque el virus no ha terminado y ya estamos en una séptima ola que en estos días, no lo olvidemos, no va a hacer más que acrecentarse. Olvidando por unos días las penurias sufridas la marea de felicidad, en un perfecto cuadro blanco y rojo, inundó ayer las calles del centro de Pamplona tras el chupinazo como hacía tiempo que no se recordaba.

La lluvia, que obligó a suspender algunos actos como el festival de danzas, no frenó las ganas de fiesta, y todas y todos los pamploneses se olvidaron de que el cielo no era azul. El ansiado reencuentro de cuadrillas y peñas volvió a iluminar los almuerzos, las comidas, los brindis y las ganas de bailar y reír. Ni siquiera la tormenta que cayó mientras estallaba la ‘Biribilketa interpretada por La Pamplonesa y los txistularis porque la euforia ya se había desatado por todas las calles. Al cierre de esta edición el capote medió para que no se traspasara ninguna línea roja, sin peleas por las banderas ni otras riñas (salvo la queja de los gaiteros por no haber sido escoltados), apacando las críticas políticas por un día. Las fiestas arrancaron sin incidencias reseñables y con actos multitudinarios, también en los rejones. Ojalá la cordura y la responsabilidad sigan reinando en lo que queda de fiesta -y en los encierros que hoy comienzan-, para los que se estrenan en ella, para los que tenían ganas de repetir y para el millón de turistas que se espera que lleguen. Acaban de empezar y hay que dosificarse. Para que el cuerpo nos aguante.