Ya decía Alfredo Pérez Rubalcaba (y se cumplió con motivo de su muerte) que por estos pagos se entierra muy bien. Incluso habiendo sido, como Silvio Berlusconi, un político fulero con 30 procesos a las espaldas por cohecho, prevaricación o corrupción de menores, después dar el último suspiro, llegan los cantores de gesta.

Curiosamente, los elogios más encendidos para Il Cavaliere, se han lanzado de La Razón, cabecera de prensa de Atresmedia, el gran rival de Mediaset, el emporio creado por el recién difunto. “Muere Berlusconi, icono de Italia”, anunciaba en primera el diario azulón, curiosamente utilizando una foto en blanco y negro en la que no se aprecia el aspecto cerúleo que lucía desde hace unos años.

`"Con el paso de los años, el legado de Berlusconi se robustecerá como el inolvidable político y empresario de una Italia siempre intrincada"

Editorial de La Razón

En el editorial, la lira suena a todo trapo, esta vez bajo el encabezado “Una figura esencial para Italia y Europa”. La letra menuda es pura natilla: “No es un hito al alcance de cualquier responsable público dejar una huella que sea ponderada por la mayoría de los análisis en el instante de la travesía hacia la eternidad. Esas figuras resultan excepcionales porque sus obras han marcado las vidas de generaciones de ciudadanos más allá de los claroscuros que pueden jalonar muchas de las biografías más notables y notorias. Con el paso de los años y la perspectiva y la libertad que alienta la distancia, el legado de Berlusconi se robustecerá como el inolvidable político y empresario de una Italia siempre intrincada”.

"En el día de su muerte creo un deber de piedad y gratitud traer a estas páginas el recuerdo del mejor Berlusconi"

José María Aznar (El Mundo)

El Mundo, bien es cierto que subrayando la parte más oscura del personaje, le dedica seis páginas, amén de un buen trozo de la primera. De entre los que escriben dentro, las palabras más melosas son las de un tal José María Aznar López. Aquí tienen algunas: “En el día de su muerte creo un deber de piedad y gratitud traer a estas páginas el recuerdo del mejor Berlusconi. Durante mi etapa de gobierno, sin llegar –ni mucho menos– a coincidencias genéricas, debo decir que, en los momentos decisivos para España, siempre encontramos en él un aliado dispuesto a decantar a nuestro favor las cuestiones que estuvieran ventilándose. Durante esos años, España e Italia, junto con el Reino Unido de Blair, iniciaron el esbozo de una tríada en el seno de la Unión capaz de contrapesar la influencia del famoso eje franco-alemán; en torno a la visión compartida de un planteamiento europeísta de gran envergadura que hiciera compatibles la permanencia de los Estados-nación en una Europa integrada, la liberalización económica del continente y el refuerzo del vínculo atlántico”.

En Libertad Digital, la glosa fúnebre le toca a Emilio Campmany, que no da en pintarlo como salvador de una Italia que se disponía a caer en una dictadura judicial de izquierdas. Casi tal cul se lo cuento, lean: “Berlusconi salvó a Italia. Aunque es verdad que lo hizo poniendo como candidatas al Parlamento a mujeres guapas sin consideración a otros méritos y colocando en el Gobierno a sus empleados. Y lo hizo entre escándalos financieros, fiscales y sexuales, como si estuviera empeñado en conservar la reputación de su caricatura. Cuando Berlusconi irrumpió en la política italiana, el país transalpino estaba a punto de convertirse en una dictadura judicial en manos de Antonio Di Pietro y otros magistrados”.

En El Debate, Luis Ventoso avanza en zigzag, con referencias a los pecadillos del finado, pero sobre todo, con loas hinchadas como esta: “Berlusconi fue una fuerza de la naturaleza, uno de esos personajes más grandes que la vida, poseedor de un vitalismo inaudito y una enorme inteligencia práctica y táctica. Un optimista perpetuo. Un empresario de inmenso éxito, que se ganó todo a pulso arrancando desde abajo (era hijo de un empleado de banca de Milán y una secretaria de la Pirelli, estudió Derecho y comenzó cantando tonadas en clubes nocturnos y cruceros, amén de vender aspiradoras). (…) ¿Le hizo bien o mal Berlusconi a Italia? Para responder bien a esa cuestión habría que ser de una pasta muy especial. Es decir: italiano”.

Casi como si hubiera leído la pregunta de arriba, el editorialista de El Español (siempre tendemos a pensar que Pedro J. Ramírez en persona) anota al final de la pieza: “Especular sobre cómo habría sido una Italia sin Berlusconi es jugar a la política ficción. Porque, ¿quién sabe quién habría ocupado ese vacío en un momento de zozobra nacional? Lo que es evidente es que la Italia de hoy es, al menos en una buena parte, producto del berlusconismo. Para bien o para mal”.

Y hemos dejado par el final al altisonante columnero de Vozpópuli Miquel Giménez. En realidad, el obituario de Berlusconi que firma es una excusa para darle un coscorrón a Yolanda Díaz: “Con su fallecimiento, Italia no pierde a un hombre de estado sino a alguien que supo aprovecharse de ese mismo estado para satisfacer sus intereses. Lo que se dice un adolecido, en palabras de esa gramática sensacional que es Mari Yoli”.