Viene Serrat a Pamplona, a despedirse. Imposible. Nunca se irá. Siempre estarán con nosotros sus canciones y en ellas las letras de poetas honestos que se dejaron la vida a jirones… Verso a verso.

Regreso poético tras un verano exasperante, por tórrido, y un viaje turístico de 9 días en grupo de amigos, jubilados la mayoría, por la sorprendente Cerdeña. Tenía gran curiosidad por conocer la Isla de los Nuragis. Ha sido mucho mejor de lo que esperaba. Dominio absoluto de la naturaleza sobre la ocupación humana. A pesar de Porto Cervo, o quizás gracias a él, el dinero no se ha impuesto en ese paraíso envuelto y aislado por el Mediterráneo.

La cultura nurágica surgió hacia el 1700 a.C. en Cerdeña (en la Edad de Bronce media) y se difundió también por Córcega. Abarca un período que va desde la Edad del Bronce (del 1700 a.C. en adelante) hasta el año 238 a.C., cuando la isla fue conquistada por la República romana.

Debe su nombre a los nuragas, características torres-fortalezas en las que se aplica el principio de la falsa cúpula, originario del Mediterráneo oriental. Los nuragas son los vestigios más elocuentes y fueron el fruto de la evolución de una cultura megalítica preexistente, constructora de dólmenes y menhires.

Las torres nurágicas son unánimemente consideradas como los monumentos megalíticos más grandes y mejor conservados de Europa. Es discutida cuál sea su función, pues algunos han visto en ellas tumbas monumentales, otros como fortalezas, hornos para la fusión de metales, prisiones o templos de culto al sol. Parece que hay un acuerdo moderno en considerarlas como estructuras defensivas que incluyen graneros y silos.

Pueblo de guerreros y navegantes, los sardos comerciaban con los otros pueblos mediterráneos y su cultura ha producido las particulares estatuillas de bronce nurágicas que se muestran en el Museo arqueológico de Cagliari.

Durante mucho tiempo su cultura vivió con otras civilizaciones extrañas a la isla, como la fenicia, la púnica y la romana, sin llegar a ser absorbida por ellas. Quizás fue precisamente la caída del Imperio Romano la que salvó a los sardos.

Porto Cervo es un centro turístico costero de Italia, en el norte de Cerdeña. Es una frazione del municipio de Arzachena, en la provincia de Sácer. El pueblo es el principal centro de la Costa Smeralda, en el golfo del mismo nombre. Zona exclusiva de los poseedores de grandes fortunas. ¡35 euros costaba una ración de tiramisú!.

Cerdeña y sus gentes son un ejemplo de conservación sostenible. Un ejemplo de uso de sus recursos naturales en proximidad. Una isla efusiva, magmática, en la que el basalto y el granito, combinado con rocas calcáreas, están donde deben. Una carretera central y principal, llamada Carlo Feniche, que distribuye ramales a sus miles de kilómetros de recortada costa. Y una vistosa y eficiente explotación de los alcornoques para obtener corcho. El buen vino y las viandas equilibradas entre productos del mar y de la tierra atraen a un turismo hasta ahora bien controlado. Ojalá no cambie.

Pero lo nuestro es pasar… Por eso interesa encajar los golpes que en estos últimos años estamos recibiendo: la pandemia vírica, la desconcertante acción bélica de Putin, que los propios rusos no terminan de aceptar, la constatación de que tras cuatro meses tórridos el calentamiento global parece un fenómeno irreversible, y finalmente la consecuencia: el encarecimiento de los precios y la pérdida de nuestro nivel de vida.

El agua y la energía en entredicho. Resultaría nefasto que no reconociéramos que nos vamos a mover en un marco político y social de profundas transformaciones. Ya no vale recurrir a la preocupación por el difícil futuro de nuestros hijos y nietos. Lo que está pasando nos afecta a todos. La sanidad y la educación públicas son un gran logro convertido en necesidad primaria. Están en juego y no debemos esperar a perderlas para valorarlas.

Pasar haciendo camino… Europa tiene un complejo pasado. Las bases culturales están en el mundo griego y romano. Pero el porvenir requiere un esfuerzo colectivo. Es una gran empresa de solidaridad. Termino con un dato para la reflexión. En Cerdeña no se enseña el sardo en las escuelas. Los niños lo aprenden en casa y en la calle. Sólo los que lo desean. Es un pueblo muy orgulloso de su pasado y muy seguro de su futuro. Carecieron siempre de espíritu aventurero, colonialista. Les basta lo suyo. Qué gran lección. ¡Cuánto se aprende viajando!. Se cura el ombliguismo.

El autor es profesor jubilado