Ayer viernes día 8 de septiembre se cumplieron 600 años desde que el rey de Navarra Carlos III firmó el tratado de unificación de los antiguos burgos de Iruñea (la ciudad, el burgo y la población, realmente), creando una única administración local como conocemos hoy. Un hecho que, pese a que en realidad no supuso la total desaparición de conflictos y luchas por privilegios en un principio, se toma como la fundación de la ciudad moderna. El otorgamiento de los fueros y privilegios a las ciudades, villas y aldeas constituía un acto de la más importancia en la Edad Media, ya que suponía la definición de derechos, obligaciones y, en algunos casos lo más importante, definición de extensiones y mugas de los territorios. Una importante efeméride para la ciudad, para sus gentes que, un año más, ha pasado sin pena ni gloria. Digo esto porque, una vez más, sigue sin ser el día de fiesta local. Está bien que nos den fiesta el 29 de noviembre, así antes del puente foral, pero tampoco sabemos muy bien por qué tenemos vacación el día que sacan de paseo a un santo del que poco sabemos y tampoco nos han contado mucho. Pero bueno, ese es otro tema.

No todos los años se cumplen 600 del otorgamiento de los fueros. Un año de aniversario que tenía que haber sido el año para acercar la historia de la ciudad a sus habitantes, para promulgar su cultura, sus costumbres, su evolución. Acercar el patrimonio histórico, archivístico, cultural, artístico. Así ha sido en localidades navarras que recientemente han celebrado aniversarios de sus fueros, como son Viana en 2019, y Puente la Reina/Gares y Sangüesa/Zangoza en 2022. Una vez más, aquí tampoco ha sido así. La capital no ha estado a la altura de una fecha como esta. Una fiesta civil, local, de Pamplona para Pamplona, para que sus gentes estén orgullosas de ella, que sepan su historia y qué están celebrando. Tampoco esto ha sido mucho. Una oportunidad para promover y poner en valor todos esos colectivos que trabajan tanto día a día, mes a mes, año en año en ofrecer a la ciudad una oferta cultural amplísima, muchos ellos desinteresadamente. Qué va, esto tampoco ha sido así. Una vez más, y como tantas, parece que a la gente le importa poco sus raíces y de dónde venimos, por lo que nunca sabremos ni quiénes somos ni a dónde vamos.

Otra vez que el gobierno municipal de la supuesta unión de los navarros y navarras ha preferido poner la patria España por encima de la patria Pamplona, y no te digo ya la patria Navarra. Bochornoso, vergonzoso y un hecho de mala intención que el acto institucional más importante del día fuera la visita de la casa real española, encima a qué y a hacer una ofrenda floral con bandera imperial incluida a los reyes de un reino al que sus antecesores conquistaron, saquearon y asesinaron a sus gentes. Todo ello mientras, encima, sonaba la Marcha Real en esa Catedral donde fueron coronados los reyes y reinas de Navarra, gobernantes de nuestro reino independiente que ellos mismos destruyeron. Un acto de vergüenza, de soberbia y blanqueamiento de una historia falsa que nos quieren implantar y adoctrinar. Y ya por la tarde, el Cuerpo de Ciudad que representa a la sociedad pamplonesa dejó de desfilar un año más uniendo los tres burgos para dirigirse sin más a la Catedral, al supuesto acto de homenaje de la efeméride, a quien firmó el tratado de unificación de la ciudad, que lo han convertido en un acto meramente religioso que poco les importa homenajear a quién y dónde.

Por mucho cortejo, desfile, mercado y banderines, seguimos sin saber de dónde venimos, pocos saben quiénes somos, y aún menos a dónde vamos. Si Carlos III levantara la cabeza… probablemente se metería de nuevo en su tumba.

El autor es historiador del arte, músico y gestor cultural