No está bien considerada, pero tampoco es una profesión de riesgo. Conforma una clase social, más por sus prebendas actuales y a futuro que por su esfuerzo formativo previo. Se les reconoce por su vestimenta, camisas demasiado almidonadas que les asimila a Robocop por la rigidez de sus movimientos y quizás también de sus mentes. Acostumbran a ir en grupo al ser considerados gregarios dependientes con una mirada altiva y arrogante y cierta soberbia social; por contra, cuando obran en formato unipersonal, tienen una mirada hambrienta y ansiosa de ser readmitidos en el grupo del cual procedían

Se les denomina políticos y, cierto es, no todos son iguales. Son humanos, es una verdad absoluta y como tal, tienen debilidades como el común de los mortales. Lo que cambia es la tentación, la cuantía de la tentación, que se resume en continuar ejerciendo y ejercitando como servidores públicos (así se denominan) electos o de confianza (familiares y amigos, puro nepotismo). Con frecuencia no tienen otra alternativa laboral por lo que son mansos y sumisos al poder del partido.

Si queremos desterrar la corrupción de nuestros representantes, necesitamos implementar una serie de medidas que minimicen el riesgo causal; tanto la corrupción personal como de partido: 3% del pujolismo o los ERTE en Andalucía, obras públicas innecesarias, como un fin en sí mismo con estaciones de AVE sin andén o lavadero de bicicletas sin agua. El abuso de poder y la nula transparencia informativa acentúan el escepticismo hacia los susodichos.

Pero la relevante de todas, la madre de las corrupciones es la político ideológica, más sibilina e incluso sibarita pero más destructiva e indomable convierte la política en un espectáculo de circo con payasos sin dientes. La prueba del polígrafo no aportaría nada pues la mayoría de nuestros representantes electos o de confianza la rechazarían por consejo médico para no demostrar la ignorancia de la materia tratada y la sumisión a los dictados del partido; pasar de la oropéndola a engrosar las filas del INEM o la cadena de la multinacional, debe ser muy desagradable y el miedo guarda la viña. En muchos casos el curriculum formativo es tan deficitario que tener un título no homologado de animador sociocultural no da para mucho más que para aburrir a prestamistas si homologados. Sirva de ejemplo las votaciones a mano alzada con exposición pública, de presidente del gobierno; y se ejemplifica también en el voto secreto, orientado con uno o dos dedos aprobando o rechazando la normativa tratada, con total ignorancia de la misma por parte de los votantes parlamentarios. O lo más preocupante, votar de acuerdo a lo que establece el líder supremo del partido, al margen de su identidad o lejanía con la disposición acordada.

Me resisto a creer que todos nuestros representantes políticos estén subyugados por un lavado de cerebro que conlleve miseria participativa, aunque con el futuro de la familia (piensan) no se juega. La posición programática urbi et orbe tan cambiantemente opuesta, en pocas horas, de un hecho delictivo pasó a considerarse un hecho muy democrático, incluso heroico. El señor Puigdemont y aledaños, en una suerte de condescendencia divina, va a permitir que el señor Sánchez toque moqueta, siempre que la misma sea compartida. Una mínima parte de todo lo que han abjurado una y otra vez, el uno y el otro, en una suerte de teoría de la “doble verdad”, han mantenido que lo exigido por sus huestes es verdadero en el plano racional pero es su opuesto en el plano teológico conventual. Pero no sólo ellos, poseedores de luz pura y eterna, se han preocupado de su lugar en el destino de la historia, cual verdaderos profetas bienaventurados, depositarios de una fe conspicua en la idiosincrasia de su actitud. Ambos, ínclitos y preclaros, son incognoscibles para los no creyentes en un caso o para quienes no interpretan la bipolaridad en su sentido holístico, pero sujeto a vaivenes politicoelectorales y posibilistas en el otro. Constituyen numerus clausus de la teoría de la iluminación.

En realidad, son conocedores de que la progresiva aceptación de la derrota y el paso del tiempo, exclusivamente, han normalizado la sociedad catalana: el ayer fue, pero ya no es.

Al trumpismo animalizado y desbocado se le combate con dignidad, no con sumisión. A través de la desinformación, del olvido programático flagrante y de mentiras narcisistas, se estimula el odio para consumo masivo que conlleva la polarización afectiva en dialéctica amigo/enemigo y el ninguneo del diferente. Incluso entre sectores con un mismo sustrato ideológico, rivales en el voto, pero pertenecientes a la misma tribu, nacionalistas de centro o de periferia, expertos en sinónimos y antónimos, en trucos de prestidigitación argumental, solo cabe la promiscuidad política como ente reforzador de las ideas (democráticas) y como acercamiento a la ciudadanía, cada vez más alejada, por fortuna, de las hordas parlamentarias que consideran al rival ideológico como el enemigo a batir, aunque tengan entre ellos más cosas en común que los aficionados a la tauromaquia. Por contra hacen del etiquetado su razón de ser: neorancios vs. ocres pajizos, cuando sus programas son cada vez más uniformes en lo económico aunque disformes en lo social.

La idea es repetir un mantra que no sea fácil de contrarreplicar cual es “por el bien del pueblo” propia de narcisistas patológicos; la avaricia de poder está enmascarada con un supuesto servicio a la convivencia comunal. Hemos normalizado las medias verdades cuando no el pleonasmo de mentiras flagrantes; exigimos honestidad y rigor a quien debe contarnos su proyecto y confrontarlo con su oponente. Nuestra confianza en el sistema está saboteada por la duda; el desapego de la ciudadanía como estrategia política. Y es que cualquier idiotez, si la adornamos con un aura ideológica, tiene sus seguidores.

Es importante la reforma de las leyes electorales que eliminen las listas cerradas y bloqueadas y acaben con la dictadura clientelista de las cúpulas de los partidos y el voto cautivo de los subalternos. La alborada también debe llegar a los partidos para estimular la democracia interna en forma de listas abiertas. Cierta picaresca es asumible, pero que cada voto tenga un precio diferente es chantaje democrático. Importa limitar los mandatos de los electos, lo que conllevaría devolver la dignidad a los parlamentarios, humanizarles y responsabilizarles de sus actuaciones, descartando el oportunismo personal en la política, con desprecio olvidadizo de los intereses generales mientras se realza la demagogia populista.

El 80 % de la población piensa (Eurobarómetro) que esté quien esté en el poder, siempre busca sus intereses personales. Las últimas bocanadas son las más fatales.