Un 6 de diciembre, la ciudadanía española saliendo de esa larga noche de piedra, votábamos una Constitución a sabiendas de que contenía algún regalo envenenado como una monarquía heredada del franquismo y un articulado que, junto a aspectos positivos, opone obstáculos casi insalvables a su reforma en los aspectos nucleares, monarquía incluida.

Cuarenta y ocho años después, fuerzas políticas, económicas y mediáticas celebrarán un 6 de diciembre una Constitución que no ha podido votar un 70 por ciento de la ciudadanía. Entre quienes se declaran la encarnación de la Constitución destacará un tal José María Aznar, que ya con 26 años declaró a Suárez y Fraga traidores al régimen por su apoyo, en el caso de Fraga muy crítico, a esa Constitución. Sin olvidar a UPN, cuyo fundador llamó a votar en contra. Lecciones, por lo tanto, pocas.

Podrían aprovechar este día festivo para repasar los olvidados artículos 38 y 128 que señalan la posibilidad de una planificación de la economía y que la riqueza del país está subordinada al interés general, o el 47 cuando habla del derecho a la vivienda y el derecho a regular la utilización del suelo de acuerdo con el interés general. En vano, el día 6 se convierte todos los años en un momento de exaltación monárquica, convirtiendo la monarquía y sus fastos en la representación de un país que en buena parte y afortunadamente, ya no existe.

Independientemente de la valoración que hagamos del proceso de transición, parece evidente que, cuarenta y ocho años después, esta Constitución no sirve las necesidades de un nuevo país.

Es éste un 6 de diciembre marcado por el ascenso de las fuerzas de ultraderecha en Europa y en España. Marcado, y es muy grave, por un corrimiento acelerado de la derecha hacia posiciones autoritarias y socialmente muy conservadoras. Una derecha que parece tratar de que el monarca, Felipe, no el huido en Abu Dabi, se salte sus obligaciones constitucionales, por ejemplo a la hora de proponer un candidato a la presidencia del Gobierno, que borbonee, en la mejor tradición de Alfonso XIII y Juan Carlos I.

Ver en las calles las banderas del requeté junto con la cruz y el rosario, trufadas de saludos nazis, nos debe hacer reaccionar a las fuerzas de la izquierda.

En este contexto, frenar a las derechas, en la movilización, pero también en el terreno de las ideas, es una tarea difícil pero imprescindible.

El nuevo gobierno, pese a sus ataduras, debe reiniciar una senda de ampliación de derechos civiles y sociales, más democracia y más derechos para incorporar a la vida política a millones de personas alejadas o desencantadas.

El movimiento republicano, que hemos celebrado nuestro II Encuentro en Madrid el pasado día 28, queremos ofrecer a la ciudadanía un elemento de profundización democrática, la necesidad de construir un futuro republicano, y por ello democrático.

Queremos ofrecer el proyecto republicano como un proyecto de país en el que ciudadanía y pueblos nos sintamos cómodos, un proyecto de país basado en el respeto a las decisiones de la ciudadanía, un país donde todos y todas, de verdad, seamos iguales ante la ley, feminista, centrado en la mejora de la vida de la mayoría y que enfrente los retos del cambio climático.

Ese proyecto se llama III República. El camino va a ser largo, pero ya aparecen síntomas de que es un camino que hemos comenzado a andar. El 14 de mayo del pasado año, 13.800 personas manifestaron en Navarra en una consulta popular realizada con muy pocos medios, su exigencia de que se convoque un referéndum para que podamos elegir entre monarquía o república. Recientes encuestas señalan que, con claridad, hay una mayoría que desea poder elegir, y ello es manifiestamente claro entre la juventud.

En nuestro II Encuentro estatal asumimos la propuesta de ateneos de Madrid de realizar una marcha republicana a Madrid el 16 de junio del año que viene, al cumplirse 10 años del reinado de Felipe VI. Navarra participará en esa marcha.

El CIS no pregunta sobre si se prefiere monarquía o república desde hace diez años. Suponemos que no tendrá nada que ver la progresiva caída desde 1994 de las opiniones favorables a la monarquía, que suspendía desde 2012. y que un 55% señalaba, ya en 2004, que “es algo superado desde hace tiempo”. El último dato existe de forma indirecta en 2015 cuando Felipe VI suspendía con un 4,34.

Parafernalia medieval, preferencia del varón sobre la mujer, toda una familia viviendo del erario público, un monarca blindado ante posibles delitos, una democracia con dignidad será republicana o no será.

¡Viva la III república!

*Junta Republicana de Izquierdas de Navarra