No son tiempos fáciles para la educación. El entusiasmo y las risas rebeldes del aula no casan ni en la práctica, ni mucho menos en la coherencia, con lo que este deshumanizado mundo nos muestra. Las pautas que cuelgan de la pared de las clases y que los irakasles y familias se empeñan en inculcar distan mucho de lo que nos llega por las múltiples pantallas que abundan en nuestro día a día. Imágenes yuxtapuestas de barbarie, dolor y desesperanza corren por doquier frente a nuestra retina, mitigando cualquier resquicio de fe en la condición humana.

Pero ahí, en medio de la vorágine, surge una luz, una chispa que ilumina la tiniebla. Nuestro alumnado, sediento de conocimiento, se convierte en un faro de creatividad y vitalidad. En las aulas, donde las palabras son semillas que germinan ideas, brotan mentes inquietas que desafían esta lógica establecida. Como mariposas libres, revolotean por el jardín del saber, coloreando con la paleta de la curiosidad cada rincón de sus mentes.

En este frenesí educativo, las ikastolas de la sociedad navarra, y Lizarra Ikastola en particular, se erigen, una vez más, como agentes activos de cambio social. Son como las olas que transforman la costa, esculpiendo nuevas formas y dejando a su paso una huella imborrable. Aquí, en nuestras aulas, se forjan ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos, dispuestos a desafiar la corriente para construir un mundo más justo, equitativo y solidario.

Como si de un cóctel de emociones se tratara, nuestras ikastolas son el ingrediente secreto que mezcla la rebeldía con la responsabilidad, el caos con la creatividad, y el aprendizaje con el amor por el conocimiento. En este calidoscopio educativo, nuestros centros se convierten en un lienzo vibrante donde los trazos de la rebeldía danzan con la armonía de la responsabilidad. Es un escenario donde el caos, lejos de ser un desorden desenfrenado, se transforma en la chispa que enciende la llama creativa de cada estudiante.

En palabras sabias de Nelson Mandela, “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Y en este enclave educativo, docentes, familias y sociedad debemos amalgamar esfuerzos para tejer la red que sostenga los sueños de nuestros jóvenes y erigir puentes que enlacen el presente con un porvenir rebosante de posibilidades.

En esta temporada navideña, en la que nos sumimos en reflexiones y propósitos, hay que reconocer que la construcción de un mundo mejor no solo depende de buenos deseos, sino de acciones responsables y comprometidas. En lugar de esperar la magia, nos convertimos en artífices de nuestro destino. Es por ello que deseamos unas fiestas en las que cada acto responsable sea un destello que ilumine el camino hacia un mañana más justo y amable para nuestros txikis. Que cada esfuerzo contribuya al cambio necesario. Juntos, como si fuéramos piezas en un caleidoscopio, influimos en la visión del mundo, recordando que nuestras acciones moldean la realidad que compartimos. Que estas fiestas nos inspiren a tejer un legado educativo impregnado de responsabilidad, trascendiendo las sombras de estos tiempos desafiantes. Zorionak eta urte berri on!

*El autor es director de Lizarra Ikastola