Lo de fichar a un futbolista es como jugar a la bolsa. Tiene mucho de riesgo y si sale bien hay que esperar un tiempo para recoger dividendos. La paciencia es importante. También el manejar buena información. Osasuna decidió en verano invertir un capital de 6 millones de euros (más 1,5 en variables) en Raúl García de Haro. Su rendimiento en el Mirandés le situó como un valor en alza en el mercado. Lo cierto es que sus actuaciones con el equipo burgalés llamaban la atención: interpretaba bien el fútbol dentro y fuera del área; remataba a gol con la cabeza y con los pies; al primer toque o tras recortar al defensa; en el área pequeña o llegando en segunda línea. Descrito así alguien pensará que estamos hablando de Benzema, o de Morata. Pero esas eran las señas de identidad de un chico que trataba de abrirse paso en el fútbol de Segunda y ante defensas de Segunda. Y con las responsabilidades y obligaciones de la Segunda división, que no son, ni de lejos, las de Primera división. El salto de categoría es enorme, más aún si tu aportación estará escrutada por el número de goles que debes aportar porque esa es tu especialidad, lo que te hace diferente y objeto de deseo.

No sé si un delantero fichado por Osasuna, con tantos goles en su joven hoja de servicios como carta de presentación, había tardado tanto tiempo en marcar. La urgencia que crecía partido a partido puso de inmediato interrogantes sobre lo acertado o no de su contratación. El fútbol es así. Solo los grandes cracks son capaces de jugar bien en 2ª RFEF un domingo y a los siete días hacerlo igual ante el Sevilla. Me refiero a futbolistas como Aimar Oroz. No es lo mismo en el caso de Raúl García de Haro; recordemos los largos periodos de abstinencia de alguien tan acreditado en el remate a gol como Budimir. Pero el aficionado entiende poco de plazos y si ese chico espigado sale al campo un día y otro y no marca pone el fichaje en entredicho. Y con Raúl García de Haro, 23 años cumplidos en noviembre, había que dar tiempo al tiempo. Sin embargo, el fútbol genera tantas micro historias que el chaval fue a estrenarse cuando el tiempo del partido contra el Rayo se consumía y con él otra pequeña decepción y vaya usted a saber si una posible crisis.

Imagino a Braulio Vázquez expulsando con fuerza el aire de sus pulmones cuando el balón cabeceado por Raúl sacudió la red. Se había puesto en cuestión si los 6 millones (segundo fichaje más elevado de la historia) desembolsados eran un gasto o una inversión. Ha habido etapas en el club con un gasto en futbolistas que estos no han justificado en el campo. También con algunos entrenadores. También con Braulio en la dirección deportiva. Pero fichar a Raúl es una inversión, porque no solo hay confianza en que aportará más goles, sino en que, cuando crezca como futbolista, puede ser una buena operación de futuro para las arcas del club. De momento, aparquemos lo material y quedémonos con la tranquilidad que ese gol trae a la plantilla, al club, a la afición y al entorno. Y eso, cuantificado, son tres puntos y, a la larga, mucha pasta.