El Chimy Ávila se despidió de Osasuna en sus redes sociales con unas palabras enfocadas principalmente hacia la afición. "Es hora de cerrar una etapa, pero un trocito de mi corazón se queda aquí. En Pamplona".

El argentino fichó ayer por el Betis tras unas jornadas intensas en las que repasó su recorrido por Osasuna. "Queridos rojillos: Me cuesta compartir estas palabras con ustedes pero es la hora de anunciarles que tengo que despedirme de la que ha sido mi casa durante casi 5 temporadas. He sido tan feliz aquí, que nunca podré olvidar todo lo que hemos vivido", comienza el delantero. "Juntos hemos celebrado goles, hemos pasado momentos mágicos y también alguna decepción que hemos superado unidos. En mi corazón siempre estará el apoyo incondicional que me dieron cuando estuve lesionado. Todos fueron importantes en mi crecimiento deportivo y personal, mis compañeros en el vestuario, trabajadores del club, staff técnico. A todos ellos, GRACIAS", continúa en un repaso bastante superficial de su paso como rojillo.

Y llegó el momento de la despedida. "Es hora de cerrar una etapa, pero un trocito de mi corazón se queda aquí. En Pamplona. Donde hace cinco años llegué para dejar todo por esta camiseta y este escudo. ETERNAMENTE AGRADECIDO, EL COMANDANTE. GRACIAS".

El Chimy volverá a Pamplona el 5 de mayo, esta vez como rival.

El protagonista de una vida de película

Luis Ezequiel Chimy Ávila (6 de febrero de 1994) tiene una vida de película: creció en un barrio pobre de Rosario, coqueteó con la delincuencia, fue albañil, dejó el fútbol y volvió hasta convertirse en un ídolo del osasunismo. Criado en un barrio humilde del noroeste de la ciudad, junto a sus ocho hermanos, empezó en el mundo del balón yendo a entrenar descalzo y a caballo. Todo esfuerzo era poco para empezar con su gran pasión: el fútbol. Ese deporte que, como él mismo ha confesado en más de una ocasión, lo salvó de caer en las drogas y la delincuencia.

Empezó a jugar en Tiro Federal, club que, en 2013, lo denunció por un robo en las instalaciones y que llevó a la policía a detenerlo. Después, pasó casi dos años sin jugar al fútbol y pendiente de la salud de su hija pequeña, que luchaba por su vida en el hospital a causa de una afección a las vías respiratorias.

Comenzó a trabajar de albañil, recorriendo 30 kilómetros cada día con su bicicleta para ahorrar gastos. Un empleo que, con su espíritu luchador, le permitió seguir alejándose de las malas compañías y ahorrar algo de dinero. El fútbol le volvió a abrir una puerta a los 20 años. En febrero de 2015, por recomendación de Ángel Correa, llegó a San Lorenzo en condición de jugador libre. Y fue ganándose lentamente un espacio, jugando 30 partidos en la máxima categoría del fútbol argentino y proclamándose campeón de la Supercopa de su país antes de partir hacia España.

En el Huesca, terminó de explotar. Tras ser una pieza clave en el ascenso a Primera en un curso 2017/18 en el que anotó siete goles, continuó su progresión en LaLiga Santander, donde lejos de acusar el cambio de categoría mejoró sus cifras marcando diez goles. En verano de 2019, llegó a Osasuna en un fichaje que costó 2.7 millones de inicio (luego subió a más de 3, por las variables).