Iruña Taldea y la Cofradía de Danzantes de San Lorenzo celebraron este sábado Caldereros, fiesta que emula a las comunidades gitanas que vendían sus productos en las ciudades cuando llegaban las fechas de carnaval, por todo lo alto: música, animalien dantzak, gigantes de fuego que bailaron con bengalas sobre sus hombros y un oso, Margarito, que con sus zarpas atrapó a más de un txiki que andaba despistado por la ciudad. 

Músicos que afinan sus instrumentos, dantzaris que brincan para quitarse los nervios y un cortejo de zíngaros que revisan hasta el último detalle de su colorido atuendo. En la sede de Iruña Taldea, todo estaba listo para que comenzara la kalejira festiva.

A las 11.30 horas, el bombo resonó en la calle San Lorenzo, señal de que la docena de zaldikos debían empezar a bailar las animaliak dantzak al son de las trompetas, saxofones, bombardinos, gaitas, helicón y un carro camperizado con dos tambores.

Los 12 dantzaris de Iruña Taldea galopaban en sus zaldikos de madera: adelante y atrás, izquierda y derecha, cruces, vueltas y giros sobre sí mismos. La docena de dantzaris –disfrazados con un kimono negro, un gorro rojo coronado por plumas de colores y un antifaz– llegaron a San Francisco, donde bailaron varias animaliak dantzak.

Los zaldikos brincaron en medio de la plaza para que sonaran los cascabeles que colgaban de la parte delantera de sus piernas y golpearon por parejas los palos de madera de sus vergas de espuma, que volaron por el cielo de Pamplona. 

Margarito, que siempre estaba de aquí para allá haciendo rabiar al personal, se metió en medio de una la de las animaliak dantzak y fue expulsado por los zaldikos. Así que se puso a molestar a los niños y niñas más pequeños que, al toparse delante de sus narices con un oso, se levantaban de sus silletas y se protegían entre las piernas de sus padres. O se subían al vallado del encierro para evitar las zarpas del oso. Algún txiki soltó alguna lagrimilla. 

Menos mal que Margarito estaba custodiado por un atento cuidador que tiraba de una cuerda amarilla, que estaba atada a la espalda del oso, con la que alejaba al animal de los más pequeños. Como consecuencia del forcejeo, Margarito y su vigilante terminaron más de una vez en el adoquinado del Casco Viejo. Y a pesar de la vigilancia, a veces Margarito se salía con la suya y alguna niña, como muestra una de las imágenes que ilustra el reportaje, terminaba entre sus zarpas. 

Al mismo tiempo, los dantzaris de la Cofradía de San Lorenzo desfilaban por Jarauta, Eslava, San Francisco, Ansoleaga y San Saturnino. Los dantzaris –camisa y pantalón blancos, faja y banda rojas, medias negras, gorro decorado con pañuelos y cintas de colores, pendientes, castañuelas, escudos bordados en la espalda y alpargatas– entraron en la Plaza del Ayuntamiento mientras resonaban las castañuelas que llevaban en las manos y bailaron Palos y Lairon 1. “Son dantzas en las que se utilizan makilas de madera. Los palos se golpean por parejas y contra el suelo”, explicó Sabino Etxeberria, dantzari de San Lorenzo. 

Los dantzaris se despidieron del público con las castañuelas en la mano y llegó el turno de los gigantes de fuego –Lancelot y Doña Graciosa de Arazuri– que bailaron con bengalas rojas sobre sus hombros. 

Orígenes

El origen de los Caldereros se remonta a 1993, cuando una cuadrilla de amigos de Iruña Taldea salió de fiesta y se disfrazó de zíngaros y de caldereros el sábado anterior al carnaval. Aquella experiencia gustó y en 1994 repitieron la fiesta de una manera más organizada. El éxito de la convocatoria fue total y dio pie a la Asociación de Caldereros, promotora de una fiesta que ya es tradición en la ciudad.