Una noticia como esta tiene dos partes. La primera reacción es la alegría, la sensación de dar un paso tras tantos años de reveses. La segunda es peor: vienen todos los recuerdos de aquella época, y se te chafa el ánimo.

Lo cuenta Txaro Arregi, hermana pequeña de Mikel Arregi, el concejal de Lakuntza al que la Guardia Civil acribilló en noviembre de 1979 cuando volvía a casa junto con otros cuatro amigos.

En pocos meses hará 45 años, una efeméride casi redonda que podrán celebrar los seis hermanos de Arregi ya con el reconocimiento del Gobierno de Navarra. Pero que llega tarde para los padres.

16 balazos de metralleta

“Mi padre no se podía explicar que lo hubieran matado de esa manera”, comenta por teléfono a este periódico Txaro, a la que la noticia le ha pillado fuera de Navarra, de vacaciones. Ya está de vuelta para leer con detalle la resolución. “A mis padres les hubiese parecido un paso muy importante: mi madre dejó de vivir desde el momento en el que mataron a mi hermano”.

Mikel Arregi, en San Miguel de Aralar

Mikel Arregi, en San Miguel de Aralar Diario de Noticias

El de Mikel Arregi es uno de esos crímenes impúdicos de la Transición. Fue tiroteado cuando volvía de Alsasua, donde habían echado un pote tras hacer una gestión en Ziordia. La muerte provocó indignación y movió a una huelga general. El funeral fue muy concurrido, con representantes políticos.

La versión oficial de la Guardia Civil fue que se habían saltado un control. Los supervivientes desmintieron esa tesis y hablaron de un fusilamiento en toda regla, sin mediar palabra. Fue un milagro que no hubiera más muertos, porque los policías hicieron hasta 16 disparos de metralleta, con balas perdidas que se incrustaron en cocinas y propiedades de otros vecinos.

Muy conocido en el pueblo

Arregi tenía 32 años y era concejal de Herri Batasuna. El suceso agitó al pueblo, donde Arregi era muy conocido. Fue uno de los fundadores de la Cooperativa Sakana y estaba muy vinculado al Lagun Artea, además de otras actividades del pueblo.

Dos años después, y gracias al pueblo y una comisión especial sobre el caso, tuvo lugar un juicio insólito para aquellos días. Sin embargo, estuvo cerca de ser una farsa: los autores fueron condenados por “imprudencia simple” a tres meses de arresto y a abonar una indemnización simbólica a la familia, además de tener que hacerse cargo de unas reparaciones.