Miren López Lareki estaba embarazada de 35 semanas cuando se decretó el primer estado de alarma por la irrupción de la covid-19, que supuso el confinamiento de toda la población. “Dos semanas después, dejé de notar a mi hija en la tripa. Llamé al centro de salud y me dieron unas indicaciones para ver si así percibía los movimientos”, recuerda esta vecina de Villava-Atarrabia de 43 años. No fue así y volvió a telefonear. “Me dijeron que fuera, lo hice y no tenía latido. Había fallecido –el mundo se paró ante ella–. Entonces, ya me informaron de que tenía que ir al hospital a dar a luz. Cuando llegué, nos atendieron muy bien. El ginecólogo me habló nada más llegar de lo que teníamos que hacer para despedirnos. Al contarlo parece muy macabro, porque vas a dar a luz, pero vas a dar a luz un bebé muerto y va a ser el único momento que vas a tener para verlo, para conocerlo y para despedirte. No tienes otro instante para elaborar un recuerdo, salvo aquellos que puedas albergar en tu imaginación, y nos transmitieron que era muy importante verla y fotografiarla para crear esos recuerdos. Tuvimos 29 horas –en las que no pegaron ojo– para pensar qué hacer. Cuando di a luz a Maitane –el 1 de abril de 2020–, me la entregaron en brazos, la pude ver, pero no fui capaz de vestirla y las auxiliares lo hicieron por mí. Ellas le realizaron unas fotos y nos dejaron un tiempo para poder estar”, relata

“Este cuento es la vivencia de mi hija mayor, es como si hubiera puesto palabras a lo que pasó”

Miren López Lareki - Autora del cuento ‘¿Dónde estás?’

“Cuando llegamos a casa –según prosigue– mi hija mayor, de 4 años, no podía entender que su hermana no estaba. Estábamos en pandemia, encerrados, y habíamos hablado muchas veces con ella de que en cualquier momento nos teníamos que marchar al hospital. Tú irás con los abuelos y cuando regresemos estará el bebé. Cuando volví, es verdad que el cuerpo no me había cambiado mucho porque el abdomen seguía hinchado y ella me decía –señalando el vientre– está ahí, ama, yo he notado que me ha pegado. Pero no. Preguntaba dónde está, dónde está... se iba y rebuscaba”. Ahora, con el objetivo de visibilizar la muerte gestacional, perinatal y neonatal, así como para ayudar a otras familias con niños pequeños a enfrentarse a la muerte en el momento que esperaban vida, la psiquiatra Miren López Lareki acaba de publicar el cuento ¿Dónde estás?, que ha sido ilustrado por su vecina Amaia Urdániz Ostiz. 

Amistad forjada en pandemia

“Un día su hija sale a le ventana y me dice ‘a Maitane se le ha parado el corazón’”

La pandemia hizo que estas dos mujeres, procedentes de Burlada y Aritzu respectivamente, se conocieran. “Era nuestra vecina de pared con pared, pero su piso pertenece al otro portal”, apunta Miren, que en ese momento ya se encontraba de baja: “Salíamos a la ventana a aplaudir y también hacíamos teatrillos, manualidades, marionetas... de todo”. La pareja de Miren les fabricó una especie de pértiga con palos de escoba para que pudieran pasarse cosas de una vivienda a otra y, de hecho, en el cumpleaños de Amaia, sus vecinas le hicieron una tarta de regalo. Como apunta Miren, fueron “15 días muy intensos para todo el mundo, estábamos encerrados y Amaia en ese tiempo se convirtió en alguien como de la familia, porque sólo nos separaba la pared”. Sin embargo, esa alegría se rompió en mil pedazos.

Como explica Amaia, “un día su hija naturalmente me dice a Maitane se le ha parado el corazón. Claro, yo imagínate, al otro lado de la ventana –a unos tres metros de distancia–, ni ellos podían acudir a su familia, ni yo me podía acercar a darles un abrazo”. De esa escena, esta licenciada en Bellas Artes tiene “muy grabada una imagen: Miren llorando y una pedazo de lágrima que cae al suelo”. 

La vida les había golpeado de la manera más cruel y la pandemia les había aislado del mundo para afrontar este trance. “Estábamos los tres para lo bueno y para lo malo, y Amaia, que le llamábamos, salía a la ventana y así teníamos un ratico de reírnos un poco”, cuenta Miren, que recuerda esos días como “muy duros” porque, aparte de eso, a nivel físico el postparto seguía su curso natural, pero sin un bebé en brazos.

“Me animé a ilustrar el cuento porque lo había vivido como si fuera de la familia”

Amaia Urdániz Ostiz - Ilustradora del cuento ‘¿Dónde estás?’

En aquel momento, apunta, tenía la cabeza “como nublada” y necesitábamos algún libro “con imágenes, dibujos y no tanto texto” para tratar el duelo de su hija mayor. A través de Internet, encontró un par: “Uno explicaba muy bien las cosas, pero las ilustraciones eran poco atractivas, y el otro se refería a la muerte en general”. Al mismo tiempo, empezó a escribir un relato de su primer año de duelo. “Contacté con una ilustradora, lo leyó, le pareció que estaba muy bien y me animó a escribir más. Así, decidí hacer un cuento para ver si le servía a mi hija. Un día que estaba durmiéndose, me puse a su lado y con nuestras vivencias redacté su historia, nuestra historia y la de Maitane, la de todos, también de Amaia”.

Un texto que le leyó a la pequeña una noche mientras cenaba. “Hizo como una persona mayor, bajó la cabeza y rompió a llorar, pero un llanto que pensé ¡ay Dios! ¿Qué he hecho? Claro, son frases que ella ha dicho, es su vivencia, su voz, y este cuento es como si ella hubiera puesto palabras a lo que ha pasado. Al terminar, me preguntó¿ama me lo lees otra vez? Lo repetí 4 ó 5 veces seguidas hasta que lo pudo escuchar sin llorar”.

El relato también viajó a través de esa ventana que había abierto la pandemia, así que cuando Miren le propuso a Amaia pintar su historia esta apasionada de la ilustración infantil no lo dudó y plasmó con sus acuarelas y lápices de colores lo que vivió y también aquello que se imaginaba que ocurría desde el otro lado del muro. “Llevaba una racha sin dibujar, atascada y, como tenía tiempo, porque en ese momento estaba sin trabajo, dije me voy a poner a ello. Le iba mandando los dibujos y le gustaban todos. En ese sentido, ha sido fácil”, reconoce. 

Un tipo de duelo diferente

“Si se muere tu marido no te van a decir ‘bah, que ya tendrás otro’”

Por su condición de psiquiatra, Miren conoce la teoría del duelo. “Sé en qué puede consistir, cómo te puedes sentir, en qué momento este proceso se complica y que hay que transitar este camino para poder aprender a vivir con la ausencia física de tu hija”, pero “el saber la teoría no evita el dolor”. 

Como expone, este tipo de duelo difiere de los otros, porque “no tienes recuerdos físicos ni materiales. Si se muere tu pareja, tienes un montón de fotografías de las vacaciones, de estancias aquí, allá, dispones de su ropa, de su tal, su cual, tienes muchas cosas para poder recordar, muchas personas que lo han conocido y que van a permitir también que tú estés en duelo. A Maitane, sin embargo, no le había conocido nadie y poca gente te permite un poco estar en duelo, porque enseguida empiezan los comentarios de bah, eres joven tendrás otro; bah, no pasa nada que tú...”. Mil frases dichas con buena intención para consolar pero que consiguen todo lo contrario. “A veces es mejor reconocer que no se tienen palabras que decir cosas así que duelen un montón, porque –como pone de relieve– si se muere tu marido no te van a decir bah, que ya tendrás otro...”.

El 19 de mayo –48 días después de su nacimiento– plantaron un árbol por Maitane. “Tenemos un sitio donde poder ir. Hay muchas cosas que la mantienen viva en nuestro recuerdo. Es darle su lugar y caminar este camino de duelo, que duele muchísimo”.

En su caso, considera que la atención hospitalaria que recibió en el Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea “ha sido muy buena”. Al respecto, explica que “estos bebés que fallecen dentro del útero se llaman bebés estrella. Cuando nacen lo tienen todo muy organizado. Les ponen un gorrico con una estrella y te regalan otra para que te la lleves a casa, te facilitan un papel para que pongas su nombre, el día, la hora en que nació y los pensamientos y sentimientos que has tenido. Bueno, te ayudan a crear recuerdos ya desde el principio. Y también te dan información con bibliografía y con el teléfono de una psicóloga a la que puedes llamar”. 

El miércoles, presentación

“Nuestro objetivo es dar voz a esta realidad y que puedan tener un recurso con el que poder trabajar el duelo de los niños”

Como destaca la autora de este cuento, que se han autoeditado y que presentarán el próximo 29 de junio a las 19.00 horas en la librería Katakrak de Pamplona, “una de cada cuatro mujeres sufre una pérdida gestacional, perinatal o neonatal, así que va a seguir habiendo familias que se enfrentan a esta situación. Nuestro objetivo es dar voz a esta realidad y que puedan tener un recurso con el que poder trabajar el duelo de los niños”, porque “si hay tabú en la muerte, en la de los bebés mucho más”. 

Para evitarlo, considera necesario “explicarles las cosas con sinceridad, como ocurren, adecuando el mensaje a la edad, porque no es lo mismo una niña de 2 años, que otra de 4, de 8 o de 10”, pero también es “importante” escucharles. Si lo hacemos, recalca esta profesional de la Medicina, vamos a aprender mucho: “A mí me ha enseñado muchas lecciones”, como “la importancia de los rituales cuando alguien fallece” o la naturalidad a la hora de expresar las emociones.

 Como concluye, “mi hija mayor fue mi impulso sin que ella lo supiera. Estábamos en confinamiento y seguí las mismas rutinas que teníamos los 15 días anteriores: levantarnos, desayuno, comida, manualidades... Todo igual porque tenía una hija de 4 años que para ella no se paraba el mundo. A mí sí se me había parado, pero a ella no, y había que seguir para cuidarle a ella”. Y es que, como sostiene, “no hay una receta mágica” para afrontar la muerte: “Cada uno somos distintos y cada duelo, diferente”, si bien apunta que las asociaciones, como Esku Hutsik, realizan una importante labor a través de las redes sociales.

Esta mamá de tres ha creado, junto con Amaia, un cuento para explicarle a su hija mayor dónde estaba su hermana. “Está en mi corazón, en el afecto, en el amor y en el pensamiento. Siempre va a estar ahí, me acuerdo todos los días un montón de veces”, resume Miren, que ahora puede “contar todo esto sin derramar una lágrima, pero he llorado mucho”.