El castigo a las hordas de los hijos de Satán es más que el título de un libro. Es el fiel reflejo de una historia con cicatrices abiertas. En realidad es una estrofa del himno que hoy todavía se canta en las fiestas del patrón de Albanchez de Mágina, San Francisco, y que fue compuesta por uno de los falangistas al inicio de la guerra. Allí nacieron los progenitores y antepasados de Ramón y Cristina Contreras López, allí fue fusilado su tío abuelo, y con este libro ambos hermanos han querido rescatar la memoria de aquellas gentes que soñaron con una sociedad “más justa, libre e igualitaria”, y que por ello sufrieron la represión y el castigo, así como el silencio y el olvido. En el caso de Jaén, la no sublevación de buena parte de la provincia hizo que la ciudad fuera bombardeada por la aviación un mes antes que Durango y Gernika. La violencia ejercida por las fuerzas fascistas persiguió a quienes se mostraron leales a la legalidad de la II República hasta el último rincón del Estado español. La impunidad que ha rodeado a estos crímenes se ha mantenido y se mantiene a lo largo de los años. “Únicamente en clave de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición es como la sociedades que han padecido episodios de este tipo pueden pasar página y establecer unas sólidas bases de convivencia democrática”, destacan en el prólogo del libro que se ha financiado con fondos de la asociación cultural de Albanchez y que se reparte de forma gratuita. Hoy se presenta a las siete de la tarde en la sede de Zabaldi, en la calle Navarrería.

Francisco Contreras Molina era panadero, estaba casado y tenía cinco hijos. Perteneció a la UGTdesde 1934 y fue secretario del Comité de Defensa Agrícola de la Agrupación de Trabajadores de la Tierra La Necesaria. Fue denunciado por Pedro Moreno Montesinos, vecino de Torres “por acompañar a las personas que asesinaron a su padre y hermano cuando huían de Torres a Albanchez”. Según informes del jefe local de Falange en Albanchez y del alcalde, Contreras era una “propagandista y significado marxista persiguiendo y encarcelando a personas de derechas y de orden”. Dicen que tomó parte en la quema y destrozo de la iglesia, hechos que siempre negó. Fue sentenciado el 23 de febrero de 1940 por un delito de “adhesión a la rebelión” recogido en el Código de Justicia Militar, y condenado a pena de muerte. Fue ejecutado el 11 de junio de 1940.

En el libro se recoge también la historia de otros vecinos represaliados entre 1931 y 1945: Marcelino Lagunas Catena, Adriano Martínez Cobo, Santiago Catena Rodríguez, José Muñoz Lanzas, Antonio Martínez González, Bartolomé Ogáyar Delgado, Juan Hernández Méndez, José Delgado Fresneda, Ildefonso Moreno Martínez, Cristóbal Germán Muñoz, Diego de la Torre Navidad, Cristóbal de la Torre Ulloa, Cesáreo Gómez de la Torre, Juan Muñoz Martínez, Pedro Justo Linarejos Expósito, Bartolomé Fernández Fuentes, Bartolomé Muñoz Muñoz, Francisco Piqueras Muñoz, Juan Gila Fernández, Melchor López Archilla, Juan Muñoz Fernández, Juan José Gea Leiva y María Catena Muñoz.

“Siempre supimos que a un tío abuelo lo fusilaron por rojo pero quisimos investigar y nos dimos cuenta de que nadie sabía nada. Al ver el expediente comprobamos que pertenecía a un sindicato y que no había ningún cargo o delito contra él. Casi todos los expedientes eran similares. El jefe de la Falange local o el alcalde alegaban que un individuo era muy rebelde, que no se había sumado al golpe y que se caracterizaba por sus ideas radicales... Y ese mismo informe daba pie a abrir un proceso. Las sentencias que había, incluso las de condenas a muerte, repetían lo mismo, no había pruebas ni testigos, ni defensa ni nada...”, subrayan. Albanchez era un pueblo republicano cuando estalló la guerra, allí vivían socialistas, comunistas y gentes de izquierda. Difícilmente podía ser de otra manera en hogares donde se pasaba hambre de verdad. “También nuestra familia materna emigró en los cincuenta y se casaron aquí, en Navarra, por el hambre”, señalan. Tierra de olivares, de jornaleros y de grandes terratenientes que en realidad no vivían en el pueblo. “La gente vivía de recoger la oliva, luego malvivía y pasaba muchísima necesidad... de hecho la principal labor de los ayuntamientos republicanos fue intentar corregir el hambre, mejorar la educación de sus gentes haciendo escuelas de mujeres y adultos, creando trabajo y obra pública, arreglo de caminos y fuentes, etcétera”.

 La represión alcanzó a muchos profesionales, funcionarios y maestros que se exiliaron, personas condenadas a trabajos forzados en Roncal, fusiladas... el 18% de la población adulta fue víctima de la represión. Todos los casos fueron analizados en la tesis doctoral que realizó Cristina Contreras, una abogada ya jubilada, que colabora con París 365 y con la plataforma contra las inmatriculaciones de la Iglesia. La minuciosa investigación que ha llevado a cabo ha sido la base del libro. “Los archivos estaban diseminados, han sido dos años de trabajo en Salamanca, Alcalá de Henares, Jaén y Granada. Todo está documentado porque no había nada”. 

El libro también aporta testimonios de mujeres que tuvieron que sostener a las familias, buscarse la vida para subsistir y que, al mismo tiempo, fueron objeto de menosprecio, marginación y distanciamiento social. “Se les cortaba el pelo o se les hacía beber aceite de ricino, y se les exponía al escarnio público”, relata Cristina, 

En el pueblo siempre corrió un tupido velo sobre ese triste periodo de la historia. “Primero se vivió el silencio impuesto por los falangistas, después el olvido con el paso de los años y, después, vino la negación de la tercera generación”, abunda Ramón. “Por poner un ejemplo, el que hizo el himno al santo fue secretario municipal y a él y al alcalde lo depuran por meter la mano en la caja; lo echan del pueblo pero la Casa de Cultura lleva su nombre”, destaca el ex secretario del Ayuntamiento de Orkoien, en la actualidad miembro de asociaciones memorialistas como Iniciativa Popular Sanfermines 78 Gogoan Herri Ekimena y Amapola del Camino.

“Hay gente que todavía te niega que ésto haya pasado. Incluso vecinos que tienen una idea tergiversada de lo que le pasó a su abuelo. Un caso muy claro es el de una mujer que aseguraba que a su abuelo lo llevaron a la cárcel no se sabe muy bien porqué, pero que doña María lo sacó, que era la mayor terrateniente y que vivía en Sevilla, y que por eso le estaban agradecidos. Al ver el expediente nos dimos cuenta de que realmente quien lo acusa fue doña María y que por ello lo metió en la cárcel. Les daban trabajo y a cambio en realidad les ofrecían un mendrugo de pan porque no había un salario”.

Precisamente uno de los retos que quedaron pendientes de hacer durante la República en muchas zonas de Andalucía fue la reforma agraria, entre otras razones, porque “los gobiernos republicanos también eran terratenientes hasta el 36 que fue cuando entra el Frente Popular, hasta entonces no se toma en serio la reforma agrario”. “En Jaén llegaron a expropiar algunas fincas abandonadas, fueron pocas, pero sirvieron para dar trabajo a la gente”, exponen. 

En Albanchez la mayoría de la población vive hoy de pensiones ya no queda gente joven, no hay industria, apenas turismo y solo vive gente mayor. De ese pueblo emigraron muchas familias a Navarra, principalmente a Berriozar, Ansoáin, Noáin y Burlada. Dedican los 500 ejemplares del libro a sus padres, hijos, sobrinos y “a mi nieta que acaba de nacer”, dice Ramón. Conocerán la verdad de quienes lucharon por la libertad.