Con los últimos besos, abrazos y fotos de recuerdo, cinco niños ucranianos dijeron este jueves adiós a las familias navarras que los acogieron para disfrutar de las Navidades en Pamplona a través de la asociación Chernobil Elkartea. Llegaron a Navarra el pasado 20 de diciembre y, casi un mes después, se despidieron de las familias que durante estas semanas los han recibido en sus hogares como a un hijo más. Fue el caso de la pequeña Zlata, de seis años, quien desde el primer momento se ha integrado a la perfección con la familia de Yahaira Iriarte, vecinos de Pamplona. “Ella dice que tiene dos mamás, dos papás y tres hermanos”, recordó Iriarte con emoción y “mucha pena” ante la idea de que vuelva a Ucrania con la “situación de guerra en la que se encuentran, que hace más dura la despedida”. Pero se mostró tranquila al recordar que Zlata regresa con su madre y su hermana y, aunque “su padre está en el frente y no lo va a ver, al menos está allí”. 

Aunque la despedida sea difícil, Iriarte aseguró que ellos se quedan con el lado bueno. “Ha estado un mes aquí, así que le hemos quitado este tiempo de invierno duro”, y añadió que “justamente han tenido bombardeos en su ciudad estas Navidades y su madre estuvo en un búnker en día 25, mientras que Zlata estaba en las camas elásticas”. 

Esta no es la primera vez que la familia de Iriarte acoge a Zlata. La pequeña ya pasó los meses de julio y agosto del año pasado en Pamplona junto a sus dos nuevos hermanos, Hugo y Mateo, un tiempo en el que “aprendió una barbaridad de castellano” y pudo disfrutar de los Sanfermines y, sobre todo, de los gigantes. “Para colaborar con la asociación nos movió el tema de la guerra que están viviendo los niños de allí”, recordó Iriarte sin poder evitar emocionarse, aunque con la esperanza de volver a verla el próximo verano si la “situación incierta” de Ucrania lo permite. Mientras, en los meses en los que Zlata vuelva a casa, Iriarte y su familia mantendrán el contacto a través de videollamadas y, “para que no pierda el idioma”, le enviarán sus canciones y dibujos favoritos.  

Con la misma tristeza despidió Raquel Lacarra a Olha, de ocho años, abrazada a su peluche de Pikachu en los últimos minutos de su primera visita a Navarra y a Cintruénigo, localidad en la que reside la familia. “La experiencia ha sido muy bonita, y para repetir si ella quiere, pero también muy difícil”, aseguró Lacarra. “Al final es una niña que viene ya con unos hábitos y que en un mes no da tiempo a cambiarlos, porque allí tiene menos normas de las que nosotros tenemos, y eso le ha costado un poco”. En este sentido, destacó dificultades relacionadas con la comida o el idioma, ya que “le frustra un poco querer hablar y no poder, así que se enrabieta”. 

Otro de los principales cambios que Olha ha vivido en estas semanas fue en el baño. “La ducha con agua caliente le ha encantado, quería repetir tres veces al día, y que aprenda a ir al baño también ha sido una historia, porque allí tienen un agujero, así que al principio le daba miedo pero ha ido aprendiendo”. A pesar de estos cambios, Lacarra recordó que Olha “se ha adaptado muy bien”, aunque “conforme han ido pasando los días echaba de menos los cariños de su madre, con quien tiene una relación muy estrecha y hablábamos todos los días”. 

ÚLTIMA VEZ

Tampoco ha sido un día fácil para Yolanda Fernández, que ha tenido que decir a adiós a Alina, una joven ucraniana de 12 años que, como ella misma recordó en un castellano muy fluido, ha visitado Navarra por tercera vez con “Yoli y Carlos”, en Torralba del Río. “Las Navidades han ido muy bien y me han gustado mucho, porque era algo que no había visto nunca en Ucrania”, aseguró Alina con “pena” de marcharse. Entre sus mejores recuerdos de este viaje, la joven se quedó con los paseos y los juegos de cartas con Yolanda, Carlos y sus amigos, a quienes recordó que quiere mucho. Sin embargo, añadió que esta será la última vez que viaje a Navarra “porque Yoli y Carlos están viejos”, aseguró con risas. En este sentido, Fernández confirmó que con su hermana mayor han estado cuatro o cinco años y que, ahora, necesitan “cambios”.  

La primera vez que Alina llegó a Navarra lo hizo precisamente de la mano de su hermana, de 15 años, quien le ayudó a aprender castellano y le espera en Ucrania junto a sus padres. “Nos da pena que se vaya pero a la vez estamos contentos porque vuelve con su familia”, aseguró Fernández. Asimismo, recordó que el pueblo del que viene Alina está ubicado en el norte del país, una zona “más tranquila y donde igual no ve lo que toca en otros sitios”. Y sobre su estancia, destacó que “Alina tiene ganas de ver a su familia, pero aquí también ha disfrutado, ha estado entusiasmada y todo le sorprendía”. 

El jueves fue un “día duro” para las familias que se despidieron de los niños de acogida, aunque para algunos es un “hasta pronto” con la esperanza de volver a verlos en verano.