La Sección Primera de la Audiencia Provincial de Navarra ha condenado a un hombre de 48 años por haber abusado sexualmente de sus dos hijas, cuando apenas tenían 13 años de edad, mientras convivía con ellas en un piso familiar en Pamplona. Los ataques contra la libertad sexual de las menores se produjeron a partir del año 2011 en el caso de la hermana mayor y desde 2015 con la hermana pequeña. No fue hasta 2021 cuando las menores, después de confesarlo a su madre, a un par de amigos y a un novio, procedieron a interponer la denuncia correspondiente. El tribunal afirma que "la circunstancia relativa al transcurso del tiempo entre la formulación de la denuncia y los hechos no es un elemento que permita sustentar que por ello concurra algún otro motivo que no obedezca a exteriorizar los hechos tal y como ocurrieron y ellas lo vivenciaron, pues como se informó por los peritos psicólogos ello es algo habitual en esta clase de delitos producidos en el ámbito familiar".

El tribunal condena al acusado como autor un delito continuado de abuso sexual con prevalimiento en uno de los casos (9 años y 3 meses de cárcel, orden de alejamiento y libertad vigilada durante diez años y 50.000 euros de indemnización por daños morales) y por un delito continuado de agresión sexual también con prevalimiento (11 años y 3 meses y las mismas medidas restantes que en el caso de su hermana).

La sentencia da por probado que el acusado vino con su mujer y sus dos hijas a vivir a Pamplona hace unos tres lustros. Hasta el otoño de 2011, la relación del acusado con sus hijas había sido normal hasta entonces. Sin embargo, fue en esas fechas cuando el acusado empezó a tener conductas de carácter sexual con la mayor de sus hijas, sin el consentimiento de ella. La chica tenía 13 años. Así, la sometió a tocamientos en varias ocasiones en las propias habitaciones de la vivienda, acciones que no continuaron cuando la menor cumplió los 14 años.

Posteriormente, cuando su hija menor cumplió 13 años, a partir de 2015, también la empezó a someter a varios tocamientos, que incluso en alguna ocasión hicieron entrar en pánico a su hija, que también sufrió una agresión sexual.

Secuelas psicológicas

La sentencia refleja que en ambos casos están sometidas a tratamiento psicológico al reflejarse estrés postraumático y síntomas de ansiedad y depresión en las dos jóvenes, que ya han cumplido la mayoría de edad.

La Sala considera que el testimonio de las denunciantes constituye en el presente caso "prueba de cargo suficiente" para condenar al acusado. "No existe ningún dato que permita poner en duda el testimonio de las denunciantes por la posible concurrencia de algún ánimo tendente a perjudicar al acusado cuando se formuló la denuncia". La Sala destaca que "no puede obviarse la voluntad decidida de una de las víctimas de sopesar la formulación de la denuncia ante el riesgo que implicaba para la familia, tanto de naturaleza económica, como de relación intrafamiliar y que realizó pese a la trascendencia que tenía al relatárselo a su madre".

Las peritos psicólogas del Instituto Navarro de Medicina Legal manifestaron que en todo momento el testimonio de las hijas era coherente, que existía un fuerte sentimiento de culpabilidad en ambas y que los síntomas que presentan tienen relación con conductas de abuso sexual.

En cuanto a los testigos que comparecieron en el juicio, amigos de las víctimas declararon que "un día me soltó que su padre la violaba, que se metía en su cama" y que "había sufrido abusos de pequeña por parte de su padre.