oñar despierto, andar descalzo por la hierba y convertir la cocina o el supermercado en un laboratorio matemático son alternativas a los deberes de verano que proponen la profesora y formadora Pilu Hernández y Eva Bailén, una madre que ha conseguido casi 230.000 firmas por la racionalización de las tareas educativas.

Bailén defiende que los deberes durante el verano, “salvo que el niño lo pida porque le gustan”, son “contraproducentes” para quienes han trabajado bien durante el curso y lo que necesitan es descansar.

Este tipo de tareas suelen ser muy “repetitivas” y los estudiantes que han tenido alguna dificultad de aprendizaje, sin el apoyo de los profesores, “se van a desmotivar”, añade Bailén, que tiene activa en la plataforma change.org una campaña por la racionalización de los deberes.

Es más partidaria de acercar la vida real a los conocimientos transmitidos en la escuela, por ejemplo, convertir la cocina en un laboratorio de divisiones y multiplicaciones o utilizar los juegos de mesas, porque en definitiva de lo que se trata es de “aprender y no hacer ejercicios”.

En similares términos, Aránzazu, periodista y madre de dos niñas, es contraria a imponer los deberes, pero sí defiende actividades como leer y llevar a la práctica diaria lo que sus hijas aprenden en el centro educativo, algo que de hecho ya hace durante todo el año, no solo en el periodo estival.

No está a favor de que todos los días sea obligatorio dedicar un determinado tiempo a los deberes y acabar los cuadernos veraniegos de repaso, pero sí mantener “un poquito la rutina” para evitar que las niñas estén desconectadas durante casi tres meses.

La profesora Pilu Hernández se pregunta si no es suficiente que los escolares hayan pasado casi diez meses un mínimo de cinco horas diarias “sentados en una silla y obedeciendo, porque en muchas ocasiones la educación de hoy es coaccional y coarta la creatividad”.

“¿Qué pasaría si una empresa mandara a todos sus empleados trabajo en sus vacaciones? Los informativos de todo el mundo abrirían con ello y nos echaríamos las manos a la cabeza. ¿Por qué no vemos así los deberes? Para los niños son un trabajo y están cansados, y más este año”.

Hernández, que además de maestra imparte cursos de formación a futuros profesores, defiende dejar a los niños disfrutar de su descanso y que las familias piensen en otros “deberes” para los niños: soñar despierto, andar descalzo por la hierba, leer, escribir, aprender a escuchar, jugar con globos de agua, compartir, observar estrellas fugaces o disfrutar de la compañía de los demás.

En opinión de esta profesora, uno de los problemas es que se pretende que la educación sea cómoda y eso, subraya, “¡no es posible!”. “Una comodidad son los deberes, tienes ocupado y callado al niño durante una o dos horas en su habitación”, explica. Por otro lado, considera un error enfocarse en lo que le cuesta más al alumno, por ejemplo “si el niño saca un 5 en Matemáticas y un 10 en Música, fomenta aquello en lo que es bueno y llévale a solfeo, en lugar de clases de refuerzo de mate”.

Propugna también llevar a la práctica lo que se aprende en el colegio como sumar y restar mientras se trajina en la cocina o llevar al escolar a hacer la compra y que él controle el gasto y las vueltas.

Hernández sí es favorable a determinados cuadernos ya que para aprender a escribir es necesaria la repetición: “Es la única manera de mejorar la caligrafía”.