Dicen los sabios que es mejor no averiguar cómo se hacen las leyes, las salchichas y los premios, y por eso valoramos poco el Balón de Oro. Y como para gustos son los colores, cada año se lía una buena polémica, que a menudo es lo más interesante del premio. Hasta aquí lo normal, y a partir de aquí lo lamentable, que es además lo más divertido: comprobar cada año cómo las dos Españas, la del Madrid y la del Barça, barren para casa sin pudor. El cabreo del madridismo periodístico con el discutible octavo Balón de Oro para Messi (que se fuera del Barça hace dos años es irrelevante para unos y otros) está provocando hasta úlceras, aparte de curiosas defensas de los méritos de un noruego del City. Y, para colmo, Bonmatí (Barça) lo gana también, dice en su discurso unas palabras en catalán (¡¿Cómo se atreve?!) y no da entrevistas a esos mismos medios, porque al enemigo, ni agua. Dura semana en la oficina para el patrio-madridismo.