El Gobierno de UPN ha decidido poner a la venta el Circuito de Los Arcos e intentar poner en manos de la empresa privada su gestión. Asunción tardía de la responsabilidad política en un inútil despilfarro de más de 60 millones en una obra sobre la que pesa la sombra de la duda desde su inicio. No puede alegar el Gabinete de Barcina que al Circuito le ha hundido la crisis y sus consecuencias socioeconómicas. Desde el principio, la Cámara de Comptos advirtió de los puntos oscuros de una operación que nace de la iniciativa privada con un presupuesto de 6 millones, se la endosa al sector público cuando esos costes se han disparado por encima de los 50 millones y encima se mantiene al empresario inicial en el consejo de administración de la empresa pública. Por supuesto, nadie hizo el menor caso al aviso de Comptos ni se atendieron sus advertencias sobre una operación oscurantista y cuando menos no habitual que mezcló, una vez más en la larga gestión de UPN, intereses privados y patrimonio público en favor del interés privado. La información sobre la decisión del Gobierno de Barcina de privatizar ahora Los Arcos iba acompañada en la edición del jueves de DIARIO DE NOTICIAS por una foto del acto de inauguración y corte de cinta habitual del Circuito el 19 de julio de 2010. Barcina, Sanz, el empresario Samaniego, Elena Torres -se supone que tenía derecho a hueco en la foto por su cargo de presidenta del Parlamento entonces-, Sanz, Miranda y el resto de los aplaudidores y sonrientes consejeros del Gobierno de UPN que protagonizó aquel despropósito. Aquella foto, además de demostrar en su máxima crudeza la desvergüenza e impostura política de esa elite gobernante en el festejo feliz del derroche del dinero público de todos los navarros y navarras, deja en evidencia que en Navarra los años del boom económico, con las arcas forales a rebosar en un momento de alegría financiera y fiscal, se malemplearon en obras mal planificadas, con sobrecostes sin justificación objetiva y de más que dudoso interés general. Decenas de miles de millones de euros despilfarrados en obras como el Circuito de Los Arcos, el Auditorio de Javier, el nuevo aeropuerto de Noáin, los diversos estudios para el inexistente Museo de los Sanfermines, el Pabellón Reyno de Navarra en el que tras dilapidar millones de euros acelerando los trabajos con jornadas de sábado y domingo ahora está cerrado y abandonado a su suerte por falta de recursos para mantenerlo abierto, el Centro de Arte de Huarte, la Ciudad Agroalimentaria de Tudela, Guenduláin o el generoso pago durante años a constructoras y concesionarias que supone el peaje en sombra en las autovías del Camino y del Pirineo. Sin olvidar la desaparición de Can. Todo un cúmulo de despropósitos, ineficacia, clientelismo y pésimo uso de los recursos públicos por el que aún nadie ha asumido responsabilidad alguna. Al contrario, los principales amañadores de semejante fraude a las arcas forales siguen dirigiendo y controlando esos mismos recursos que hasta ahora han dilapidado sin sonrojo alguno e impasible el ademán.
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