Después de haber escrito sobre la sociedad vasca y sobre las víctimas del conflicto vasco, quiero detenerme en el mundo del MLNV. ETA y su mundo han escrito la página más negra de quienes pretendían hablar y actuar en pro del pueblo vasco. ¡Cómo olvidar aquellas concentraciones silenciosas, muchas de Gesto, y tenerlos en frente gritándonos a voz en grito, a un palmo de nuestra narices, aquello de “los asesinos llevan lazo azul”; “hoy, tú de negro, mañana, tu familia”; “zuek ere txakurrak zarete” y, sobre todo, el terrorífico “ETA, mátalos”, sin que todavía se hayan desdicho y, sobre todo, no hayan pedido perdón a la ciudadanía vasca por haber ensuciado de este modo la historia y la convivencia de este pueblo!

¡Cómo olvidar la portada de Egin -Y Ortega Lara volvió a la cárcel- al día siguiente de la liberación por la Guardia Civil, a quien debe agradecer el pueblo vasco su lucha contra el terrorismo de ETA, pero que tiene que tener el coraje de reconocer sus torturas y, ellos también, pedir perdón. Cómo olvidar, decía, la portada de Egin de aquel día, ya José Antonio Ortega Lara liberado de 532 días encerrado en un zulo.

Sí, ETA y su mundo han escrito una página muy negra en la historia del pueblo vasco. Y siguen sin reconocerlo. Incluso ahora muchos se quieren presentar como pacificadores del pueblo. Desgraciadamente para ellos, la historia no se puede borrar. Se puede pretender cambiar la memoria (Ricoeur y Todorov han escrito textos soberbios sobre la memoria y sus abusos), se puede construir un relato para los suyos, pero al final la historia se impone siempre, y el relato construido entre los suyos, por mucho que quieran airearlo, quedara solamente para los suyos, y como no la confronten con la verdad, perseguirá a sus hijos, sus nietos y todos sus descendientes sin que sus nombres desaparezcan en la memoria de la Historia. Aflora ya, a poco que se escrute, en los dramas que se alojan en la recámara de la memoria y que ningún pensamiento, por mucho tiempo que pase, podrá borrar. Tampoco las amnesias. Ni las amnistías. Es la estela de las Euménides de Esquilo que actualiza Jonathan Littell en su extraordinaria novela Les bienveillantes, que tan poco eco ha tenido entre nosotros.

En estas y otras páginas se pudo leer que el fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, había incoado diligencias para investigar si las declaraciones que el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, realizó el 18 de noviembre de 2013, pudieran ser constitutivas de un delito de justificación o enaltecimiento del terrorismo. Sortu aseguró, a través de un comunicado, que se habían manipulado sus palabras y, posteriormente, en una rueda de prensa, facilitó una transcripción de éstas. Según esa transcripción, Arraiz afirmó que “hace 35 años la izquierda abertzale hizo una elección que consideramos hoy más que nunca acertada (?) No participamos en un juego que no tenía nada de democrático y nos hemos dedicado todo este tiempo a poner sobre la mesa las contradicciones de ese supuesto juego democrático y las hemos pagado, y muy caro además. Y no estamos dispuestos a rechazar ni a revisar nada de aquello y reivindicamos, con todos nuestros errores, lo que fuimos y lo que somos, y lo que hemos hecho y lo que hacemos, como no podía ser de otra manera”, subrayó. Ni rastro de pedir perdón. Bien, al contrario, orgullosos por lo hecho.

Dice Hasier Arraiz que “han pagado muy caro” la decisión que sus antecesores en la izquierda abertzale hicieron hace 35 años y que hoy reivindican. ¿Qué esperaban? ¿Que el Estado de Derecho les dejara actuar impunemente?

En mis textos he defendido siempre que la Policía debía ser contundente en la calle y exquisita en comisaría. Desgraciadamente, fue lo contrario durante muchos años, cuando los policías tenían miedo de determinados jueces (lean Mi vida contra ETA del general Galindo) y los chavales andaban ufanos en las calles para, una vez detenidos, ser maltratados, cuando no torturados, a veces hasta la muerte en comisarías y cuartelillos y muchos, demasiados, sentenciados, sin más pruebas que las arrancadas por la Policía. Quedará como un inmenso baldón para la Policía y la justicia españolas. Sin olvidar que muchos etarras han pasado 25 y 30 años en la cárcel, en la situación más dura que la ley permite. Eso también es una monstruosidad. Máxime cuando se ejecuta en nombre de un Estado de Derecho.

El magistrado Javier Gómez Bermúdez, que presidió el tribunal que enjuició los atentados de la matanza de Atocha, declaraba en una entrevista que “si hubiéramos pedido el mismo estándar de prueba a cualquier juicio sobre ETA, estarían todos en la calle. Con la vigésima parte de la prueba que hemos considerado en el juicio del 11-M hemos condenado a toda ETA”. (El País, 10/03/14). Y el exfiscal del Supremo y magistrado emérito del mismo, José Antonio Martín Pallín, en la entrevista publicada en DNA el pasado domingo (22-06-14) decía que “la asistencia letrada está prevista en la ley salvo en casos concretos. Normalmente, ha habido una perversión en la interpretación de la norma. Y en eso hemos sido demasiado contemplativos todos los tribunales”. ¡Ay, el silencio y la complacencia de tantos jueces, tantos años, ante tanta barbaridad!

Pero volvamos al mundo de ETA. En la izquierda abertzale podían haber optado por pedir a ETA que liberara a Iglesias Zamora, a Aldaia, a Ortega Lara?, que no asesinara a Miguel Ángel Blanco tras la mayor concentración del pueblo vasco pidiendo su liberación... No lo hicieron. Algunos optaron por quedarse en casa haciendo buena la canción de Xabier Lete, “eta poeta, eta poeta, etxean gelditu da atea itxita”. Otros, como he dicho antes, se pusieron frente a los que pedíamos la liberación de los secuestrados y nos gritaban “ETA, mátalos”.

Durante muchos años pensé, ingenuo que soy, que algún día la izquierda abertzale se desmarcaría de ETA, diría no a ETA. Que se sumarían a los que siempre hemos defendido que toda idea puede ser defendida con las armas de la razón pero no con la sinrazón de las armas. El año 2006 afirmé, públicamente, que nunca, nunca, la izquierda abertzale iba a condenar las acciones criminales de ETA. Y constato que hoy, en julio de 2014, no encuentro un solo pronunciamiento de la izquierda abertzale, particularmente de Sortu, que diga algo como esto “los crímenes de ETA son condenables. Pedimos perdón a las víctimas, a sus familiares y a la sociedad, en particular a la sociedad vasca pues, en su nombre, ETA asesino, secuestró y aterrorizó”.

Basta que lo digan una sola vez en algunos de sus congresos. Sin tapujos, sin medias palabras. Solo entonces será posible la reconciliación y podremos ir de la mano en la construcción de una Euskadi justa y pacificada.

javierelzo@telefonica.net