n todo el mundo el consumo de información ha aumentado extraordinariamente estas últimas semanas. Hemos sido unos auténticos yonquis de las noticias para saber cómo iba la pandemia por el mundo, en qué fase estábamos y qué podíamos hacer y, sobre todo, para ver qué estaba pasando a nuestro alrededor. Lo más cercano es, al fin y al cabo, lo que más nos importa. La información se ha convertido en el género más seguido y, sin embargo, los medios se han quedado más tocados que nunca porque han tenido que echar toda la carne en el asador y trabajar a destajo viendo, al mismo tiempo, cómo se hundían sus ingresos por publicidad.

Y no parece que vaya a venir nadie al rescate con planes de choque ni nada parecido. Con este negro panorama por delante la emisora pamplonesa Euskalerria Irratia ha puesto en marcha una nueva campaña para captar socios y socias que contribuyan económicamente a mantener el proyecto. Esta pequeña radio nacida hace más de 31 años, de los que 27 estuvo trabajando sin licencia, vuelve a recurrir a la comunidad, su entorno natural, para intentar volver a flote. Porque además del desastre de la pandemia, esta emisora también ha sufrido este año el mordisco de Enrique Maya, que la ha dejado fuera de la lista a la hora de decidir dónde se pone y dónde no la publicidad del Ayuntamiento.

Una situación más que complicada para un pequeño medio de comunicación, libre, valiente, innovador, moderno, un tanto descarado y muy comprometido que trabaja para informar a la comunidad euskaldun y ser el altavoz de todas las iniciativas que vienen de ella.

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