Europa sigue sin respuesta para la gestión de los movimientos migratorios desde el sur –África y Asia– y zozobra cuando sustituye una gestión humanitaria por otra de naturaleza administrativa que no resuelve el problema y amenaza con reducir a las personas a mercancía humana procesable. Esta semana comienza, gracias al crowdfunding, la duodécima campaña del barco de rescate Aita Mari en el Mediterráneo en una iniciativa de salvamento de la que dependen miles de vidas cada año y que no ha hallado fórmulas alternativas en el seno de la Unión Europea.

Mientras, en el Atlántico, se busca poner freno a los cayucos que se dirigen a Canarias mediante un acuerdo con Mauritania, como antes con Marruecos, que impida que zarpen de sus costas. La migración está siendo estigmatizada y deshumanizada, como un mal a impedir para el que no se habilitan condiciones de estabilidad en origen y arrastrando con ello a la inestabilidad en destino.

La voluntad de externalizar el problema tiene en Reino Unido esta semana una piedra de toque. Por segunda vez, el Gobierno conservador británico intentará implementar la normativa que le permita deportar a Ruanda a los solicitantes de asilo que lleguen de forma irregular a su territorio. La primera fue rechazada por el Tribunal Supremo al constatar que no puede considerarse al país africano un tercer país seguro.

No quiere decir que Ruanda viole derechos de los migrantes sino que su sistema administrativo no está capacitado para garantizar un proceso de asilo de forma segura, lo que redundaría en la expulsión a sus países de origen de personas que huyeron de ellos para evitar persecución o tortura. En ese sentido, la auténtica violación de derechos humanos la cometerá el Reino Unido, al desatender sus obligaciones de asistencia. En conjunto, los mecanismos europeos siguen basados en proyectar extramuros el problema. Bien con el cierre de sus fronteras, bien con la creación de un cinturón de contención en su entorno –el caso de Turquía en la crisis de la ruta balcánica de los refugiados sirios–. Es un error manejarse entre la dicotomía de puertas abiertas o encastillamiento; ni una ni otra fórmula resultará sostenible a largo plazo. Una verdadera política migratoria, que conjugue estrategias de integración y de desarrollo y seguridad en origen está aún por implementar.