A medida que pasan las horas desde que Sánchez provocó este miércoles un terremoto político de impredecibles consecuencias, cobra fuerza la posibilidad de que el líder del PSOE renuncie a continuar al frente del Gobierno. Pero la realidad es que nos encontramos ante un escenario tremendamente abierto. Por mucho que intentemos meternos en su cabeza, cualquier pronóstico sobre cuál va a a ser la decisión final no deja de ser aventurado. Hay, por lo tanto, muchos supuestos, ninguna certeza –más allá de que las derechas van a continuar con su ensañamiento– y unos antecedentes que nos invitan a pensar una cosa y la contraria casi al mismo tiempo.

Sánchez ya demostró en 2016 que no tenía excesivo apego al cargo. Antepuso sus principios al asiento y dejó la secretaría general de su partido y al acta de diputado antes de hacer presidente a Rajoy con su abstención. En aquel momento, su renuncia significaba ingresar en las listas del INEM. En cambio hoy, si le diera por dimitir, pasaría a disfrutar del retiro dorado del que gozan los expresidentes, lo cual también puede ser una tentación para mandar a todos a paseo. Asignación equivalente al 80% de su sueldo, dos personas a su servicio de libre designación, coche oficial con chófer, servicio de seguridad, libre pase en las compañías de transportes del Estado, posibilidad de acceder al Consejo de Estado...

Entre tanto, el PSOE sigue movilizándose en apoyo a su indiscutido líder. Un respaldo que hoy será abrumador en el comité federal que celebran los socialistas y que han anunciado que se desarrollará en abierto para que se visualice el cierre de filas de los cuadros del partido con su secretario general.

Este apoyo se sumará al que le han expresado ya todos los partidos que facilitaron su investidura, excepto Junts, que le ha planteado la opción de que se someta a una cuestión de confianza. Un procedimiento que desde el primer minuto ha estado entre las opciones que puede estar barajando el presidente durante su periodo reflexión, pero que debería llegar acompañado de alguna medida más después de haber sumido en estado de shock a quienes no quieren ver a la derecha en Moncloa ni de visita.

En definitiva, una espera tensa y apasionante. Tic, tac, tic, tac...