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El culto que yo quiero

Opino que no es oportuno en estos tiempos una consagración al Corazón de Jesús. Más que oportuno diría que es por lo menos anacrónico.

Es como volver a la etapa anterior del Concilio Vaticano II. Hoy en día, para ser signo de los tiempos, en tiempos de increencia, estas manifestaciones no dicen nada o casi nada, se quedan en rituales vacíos, no conectados con la vida y la historia, que nos está tocando vivir tan convulsa, tan necesitada de actuaciones solidarias con el sufrimiento creado por tanta insolidaridad, atropellos a los mas elementales derechos de la persona humana.

Ya en tiempos de Jesús de Nazaret, él mismo viendo las injusticias de su tiempo se pronunciaba firmemente a favor de los más desfavorecidos, y de la misma manera arremetía contra los ritos y cultos vacíos de contenido, y decía más o menos "el culto que yo quiero no está en los montes o en los templos, sino el culto que mi Padre quiere es que deis de comer al hambriento, vistáis al desnudo, visitar a viudas y huérfanos, a enfermos, lisiados, presos, romper la cuerda a los oprimidos por la injusticia". En otra ocasión dijo: "he traído vida en abundancia para todos". Éste fue el mandamiento principal que nos dejó como legado Jesús de Nazaret.

¿Cómo estamos respondiendo los que no llamamos cristianos a este mandato? Desde luego, consagrando corazones de Jesús, no. Es necesario hacernos una crítica de cómo dar respuesta creyente en este mundo actual tan confundido, sin criterios serios, poco formados a nivel teologal y doctrinal, excesivamente dirigidos por una parte de la Iglesia que parece tener miedo a dar autonomía a sus seguidores, a dejar que den su opinión lo más libres posibles en beneficio de esa misma Iglesia.

Es ya hora que se ponga en práctica todo lo que el Concilio Vaticano II, que no sé por qué motivo la Iglesia o parte de ella lo ha echado en el olvido.

Si Jesús trajo vida en abundancia para todos, hagamos realidad este mandato, pero para ¡todos!