Debemos luchar para que los libros no se conviertan en un recuerdo. Vivimos en una sociedad-nube donde archivamos fotos y documentos en un limbo llamado servidor, como una realidad paralela a la física, sin embargo, subimos nuestro físico para simular una realidad que no es la nuestra sino la que creamos en las redes sociales. Medimos los méritos a través de likes y damos me gusta para que nos los den a nosotros, es un intercambio en muchos casos interesado. El contacto físico se está perdiendo. Los niños ya no juegan en la calle, lo hacen a través de conexiones en red, una red que nos ha atrapado de forma impersonal, que nos hace perder el sabor del momento en pro del escaparate ajeno. En esa red no existe la mirada, no se ven los ojos de nuestro interlocutor, no percibes su gesto ni ves su sonrisa, todo se interpreta y se presupone. Un mundo de salón donde somos jueces y testigo alimentando nuestro ego de inmediatez, huérfanos de reflexión y de pausa en un orfanato digital ante la ausencia de la madre lectura. Esa madre lectura en forma de libro la tenemos condenada al asilo de la biblioteca, a la que acudimos como refugio de consejo y documentación porque es ahí en donde habita gran parte del conocimiento. Pero este último reducto no es un espacio de retiro forzado, es un espacio vital, de luz, donde reside la esperanza gracias al esfuerzo de las personas que allí trabajan, por ello las biblotecas se han convertido en un lugar real donde los niños acuden con ilusión y donde hay un mundo por descubrir. Ellos son la esperanza de su conservación, de nuestro futuro a través de las raíces de nuestro legado. Por eso hago un llamamiento a donar libros y películas a la red de bibliotecas públicas, la digitalización de la cultura está acabando con su contacto físico.

Es responsabilidad de todos conservar nuestra cultura y que pueda estar al alcance de los ciudadanos. Acudid a los estantes y sacudid el polvo del tiempo para que esas películas, esos libros, sigan contando sus historias a los niños que sueñan con descubrir nuevos horizontes, con ser los protagonistas de tantas historias que quedan por contar. Recuperemos la magia de la capacidad de sorprender a través de las letras, porque la educación es la base del desarrollo y ellos guiarán los pasos de los que vengan detrás.